Desafíos (II y final)

En lugar de trabajar para solucionar las carencias de sus regiones, que son muchas y muy urgentes –y ahora dinero tienen de sobra para ello– algunas administraciones regionales quieren imponer su visión económica trasnochada a toda una nación. Y de menuda concepción estamos hablando: que nos sumemos al eje manejado por Venezuela e integrado por Bolivia y Ecuador, que están marchando hacia el despeñadero con las fracasadas fórmulas “socialistas” que tanta miseria ya han traído a ésta y otras regiones del mundo. Porque oponerse a la economía de mercado y la globalización equivale a arrastrarnos hacia una eterna noche de pesadilla.

Ciertas provincias no solo no han tomado conciencia del significado de la regionalización y del cambio de actitud que ésta implica; además de seguir atascados en una mentalidad centralista según la cual el gobierno central debe ser el que resuelva todos sus problemas, pretenden sustituir al Ejecutivo y al Legislativo en la formulación de las políticas nacionales, como si el Perú no fuera un país con régimen unitario.

Esta visión caciquil de la política supone un gran problema para el gobierno en este frente de la inclusión. Pero hay otro, y éste sí es de su exclusiva responsabilidad, relacionado con el crecimiento hacia adentro, y en el cual hay áreas en las que no ha avanzado en el primer año de gestión: reformar el Estado, afianzar la seguridad jurídica y mejorar la estructura tributaria. En suma, una trama institucional mejor articulada para hacer frente al doble desafío de la inclusión y la modernización, en procura de una sociedad que sea no solo más productiva y eficiente sino también más justa.

Columna del director del diario La Razón - 9 de agosto de 2012.