Aquella frase de tango, 20 años no es nada, parece ocurrir cuando nos acercamos a las dos décadas de la captura de Abimael Guzmán. En este tiempo han transitado casi cinco gobiernos, han pasado dos generaciones completas de peruanos y todavía seguimos discutiendo sobre Sendero Luminoso (SL). Y es que a las huestes senderistas se las derrotaron militarmente, pero no políticamente.
Como es sabido, en prisión la dirección central y desarticulada la mayor parte de su aparato militar, el senderismo se introdujo en la zona del Huallaga, estableciendo vínculos con el narcotráfico. Allí se han mantenido y se han reproducido. Pero en la última década, SL ha seguido trabajando en aquellos sectores sociales que, al lado de sus demandas, necesitaban respuestas, envueltas como verdades absolutas. Pero a diferencia de la década del ochenta, abre su abanico de posibilidades con un brazo legal, Movadef, trabajo en organizaciones sindicales, Conare-Sutep, y estar presentes en los movimientos sociales de variado tipo, para radicalizarlos. El balance no le ha sido adverso, pues hoy cuentan con un numeroso grupo de cuadros organizados y están presentes en casi todo conflicto social que se asoma.
Sin embargo, si bien SL ha modificado tu estrategia, también los elementos de contexto en el Perú han cambiado. En el 80, nuestra democracia nacía luego de un docenio de gobierno militar, con un sector de izquierda descreída del sistema político que lo albergaba, un sector de derecha de añoranzas autoritarias y con un aprismo altamente populista. Hoy tenemos partidos más débiles, pero todos defienden el sistema democrático. La economía de los ochenta fue de las peores de la historia, la presente es quizá de las mejores. El sindicalismo en los ochenta, era fuerte. En el presente es débil. El narcotráfico de aquella época estaba naciendo, el actual no para de crecer. Los movimientos sociales eran canalizados (no siempre bien) institucionalmente, hoy no lo están. El Estado era elefantiásico y centralizado, hoy el Estado es más eficiente y los gobiernos regionales han adquirido singular poder. Finalmente, SL era un partido férreamente liderado por Guzmán, hoy eso no es así y difícilmente sucederá con otro líder senderista.
Todo lo anterior nos lleva a pensar en un SL más versátil en el corto plazo y más débil en el largo plazo. El Movadef no ha sido inscrito como partido político, pero actúa públicamente y puede intentar nuevamente inscribirse, mutando de nombre bajo la idea de lecciones aprendidas. No hay que perder de vista que para ellos lo que importa es ganar la batalla política. Y la batalla política también está en los sindicatos y movimientos sociales, particularmente los más radicalizados.
Defenderse de SL y sus brazos legales, no es tarea fácil. No lo es por varias razones. En mucho lugares, el Estado no llega o llega mal. Es necesario entender que las demandas sociales no son creadas por el senderismo, ellos solo las aprovechan. Dar la espalda a éstas, por considerar que en los movimientos reivindicativos se encuentran senderistas, es entender las cosas al revés. Los que apoyan, por ejemplo, al Conare-Sutep son seguidores ocasionales –como bien lo ha señalado León Trahtemberg–, que lo abandonarán en el momento que se solucione sus problemas. De lo contrario, varios maestros no tendrán problemas en pasar del Conare al Movadef y de la demanda sindical a la demanda política.
Pero sobre todo, la batalla política la tienen que dar los propios políticos. Esto quiere decir que si los partidos siguen sin construir organizaciones que canalicen intereses y demandas sociales y sólo se circunscriban a las de carácter electoral, el amplio campo de acción abandonado por los partidos, seguirá siendo llenado por la prédica senderista, en cualquiera de las variantes. Y aquí el dique legal y más tarde armado, será insuficiente para derrotar definitivamente a Sendero Luminoso (Con información del diario La República).