Hasta ahora sabíamos que el candidato republicano a la Casa Blanca, Mitt Romney, anhela que los inmigrantes se autodeporten cuando nadie les dé trabajo. Le hemos escuchado fuerte retórica en contra de ellos. Conocíamos su oferta de que aquellos sin documentos se queden aquí si se enlistan en el Ejército, pero aun así creíamos que trataba, aunque muy a su manera, de congraciarse con los latinos y que le dieran su voto.
Es obvio que al elegir al congresista ultraconservador Paul Ryan como su vicepresidente, Romney ha desistido en su afán de mejorar su imagen y popularidad entre los latinos y en pocas palabras se ha despedido de un electorado que es clave y decisivo para darle el triunfo a cualquiera que aspire a la presidencia en este país.
Cada día, cerca de mil 600 jóvenes estadunidenses de origen latinoamericano cumplen 18 años y se unen al electorado que más rápido está creciendo, estimándose que el próximo 6 de noviembre, 22 millones de latinos acudirán a las urnas y como están las cosas, pocos de ellos se sienten contentos y mucho menos atraídos con la selección que hizo Romney.
Ryan, un legislador de 42 años de edad perteneciente a un distrito en el estado de Wisconsin donde sólo el cuatro por ciento del electorado es de origen hispano, ha votado en Washington a favor de la construcción de un muro que separe a Estados Unidos de México. Se ha opuesto a que se otorguen licencias de conducir a trabajadores sin visas, está en contra de las tarjetas de identificación que otorgan los consulados y fue partidario de un proyecto de ley que consideraría como delincuente a todo aquel, incluyendo sacerdotes y médicos, que prestara cualquier tipo de ayuda a personas ilegales.
Este congresista, un consentido de la ultraderecha, en ocasiones se ha referido a los inmigrantes usando términos despectivos como el de “bebés anclas” al hablar de los que nacen aquí de padres indocumentados, se opone a toda reforma migratoria que incluya la posibilidad de alcanzar la ciudadanía, e igual que Romney, está en contra y ha votado porque no entre en vigor la llamada Ley del Sueño, mediante la cual se otorgaría con condiciones, residencia legal a jóvenes que de niños fueron traídos por sus padres a este país.
Se estima que Romney necesitará mínimo un treinta por ciento del voto latino para arrancarle la presidencia a Barack Obama por lo que nadie se explica su decisión de escoger a Ryan, que de todos los que se mencionaban es el que menos podría atraer simpatizantes hispanos para un candidato republicano con el más bajo índice de popularidad entre esa comunidad desde 1996.
Romney, que nunca había hablado en público del hecho de que sus ancestros se mudaron a México hace 128 años, ahora, tratando de congraciarse con los latinos, ha revelado que su padre nació en una colonia de mormones en Chihuahua y en los últimos días ha pagado en televisión propaganda donde uno de sus hijos aparece hablando español.
Sin embargo, las últimas encuestas, tomadas antes de que anunciara a Ryan como su vicepresidente, indicaron que Romney cuenta sólo con 23 por ciento del voto latino, en contraste con 67 por ciento para Obama, quien en 2008 tuvo un apoyo similar por parte de los hispanos.
De hecho, los latinos han tradicionalmente votado en su mayoría por el candidato demócrata en cada elección presidencial desde 1972. Curiosamente fue George W. Bush el candidato republicano que más votos latinos obtuvo en las últimas cuatro décadas y llegó a la Casa Blanca con el apoyo del 44 por ciento de los electores latinos.
Se estima que para la comunidad latina como para el resto el país, la economía y el empleo son los temas más importantes al escoger un candidato, aún así, no es claro como podrían Romney y Ryan atraer su voto cuando su proyecto de gobierno implica nuevos reglamentos de impuestos que beneficiarían a los ricos y menos servicios sociales que perjudicarían a los pobres.
Los latinos que votan no tienen problemas migratorios, son ciudadanos, pero en su mayoría se sienten agredidos con las políticas anti-inmigrantes y éstas no son exclusivas de los republicanos. De hecho, la administración de Obama ha deportado más gente que ningún otro presidente en la historia, con un promedio de 400 mil deportaciones por año.
Pero con la reelección en puerta Obama anunció en junio que por decreto se frenaba la deportación de cerca de 800 mil jóvenes que entraron antes de cumplir 16 años, lo que seguramente le atraerá votos de sus amigos y familiares. Sólo falta que los latinos no se abstengan, como en el pasado, de salir a votar (Con información del diario La Crónica).