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REDES SOCIALES
Jueves 16 de agosto 2012

El vino más embriagador

Por: Antoni Puigverd
El vino más embriagador
Foto: lainsignia.org

La mala cosecha del 36 es la más cotizada en la España de las redes anónimas

Bajo el sol inmisericorde de este verano de inquietud y malestar, es inevitable recordar el desastre que comenzó en julio de 1936. Cuarenta y un años de sufrimiento colectivo. Diversas generaciones fueron segadas en los frentes. En las retaguardias, se torturaba al adversario, se asesinaba al diferente, se perseguía al tibio. Terminada la guerra, España era un cementerio. Para los perdedores, se abría la puerta del exilio. En el interior, triunfaba la unidad: las culturas vasca, catalana y gallega, sujetas de burla y escarnio, extirpadas de la vida pública. Más sufrimiento: cárceles llenas, campos de trabajo, represalias, juicios sumarísimos, depuraciones, exilio interior. Y más: hambre y miseria, estraperlo, riqueza fundada en la corrupción y el expolio, inmigraciones internas, emigración de los famélicos hacia Alemania. Y más: silencio impuesto, silencio claudicante.

El Seat 600, el sueldo básico, el pop autárquico (yée-ye), los bikinis de las turistas y las vacaciones de la nueva clase media atemperaron el sufrimiento, no lo anularon. La censura filtraba la alegría; los medios de la nueva cultura de masas se pusieron al servicio de la ideología franquista. El sistema educativo siembra en el corazón de los niños la idea falangista de España. Educadas en aquella idea, las generaciones que ahora mandan han aceptado correcciones decorativas, que no de fondo. En los felices sesenta, el dinero se imponía a la dignidad civil. El mal de hoy (la corrupción) es hijo de la hipocresía de ayer: todo valía para enriquecerse, no existía la menor relación entre palabra y hechos.

La transición no fue un abrazo, sino un empate de impotencias. Franquismo y antifranquismo eran dos púgiles agotados, sin fuerzas para pegarse. La impotencia evitó la repetición de la barbarie. Con los años, sin embargo, se ha hecho evidente que no hemos aprendido nada de la barbarie que empezó en el 36. No se ha producido el arrepentimiento histórico. El progreso ético en la sociedad española es nulo, pues implicaría la revisión crítica del discurso excluyente y la voluntad de construir un todo integrador. No se puede descartar, por lo tanto, que en un momento u otro, vuelva a producirse un eco de aquella violencia. Los dos factores que provocaron la borrachera de sangre del 36 están vivos. La crisis está dejando a mucha gente al borde del abismo. El sueño del racionalismo europeo puede generar monstruos: la desesperación social. El otro factor es el choque entre la visión unitarista de España y las visiones antagónicas, especialmente la catalana. La furiosa respuesta que han tenido en las redes sociales dos hechos muy diferentes (el pavoroso incendio del Empordà, las declaraciones de un jugador olímpico que no siente la bandera española) demuestra que la mala cosecha del 36 es la más cotizada en la España de las redes anónimas. La más embriagadora.

Nota publicada en lavanguardia.com.

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