No me cuento entre los más devotos de Simón Bolívar y sus escritos, tampoco entre sus detractores. Me parece una figura esencial para comprender un fragmento de nuestra historia, en ningún caso tan colosal ni tampoco tan necesario para elucidar nuestros días como se ha querido presentar en estos años. Como decía José Ignacio Cabrujas, los hijos han dejado muy mal al Padre de la Patria, con esa necesidad enfermiza de manosearlo, citarlo e invocarlo permanentemente. Pero por estos días, transitando por las trochas de la campaña y los pasillos de las comisiones de programas, se me ha venido a la mente una poderosa frase del Manifiesto de Angostura: "Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado la perfección política presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano".
¿A qué viene eso? Viene a propósito de los retos que nos plantea la campaña electoral. Me ayuda a expresar los dilemas y a confrontar los paradigmas que constituyen nuestra realidad. El país se encuentra a grandes rasgos dividido en dos mitades. La campaña electoral nos obliga, a unos más por convicción que por necesidad y a otros más por necesidad que por convicción, a asomarnos al otro lado y tratar de interpretar sus códigos. De nuestra parte, cuesta aceptar que esos otros no perciban la necesidad de un cambio. Sí les parece que algunas cosas podrían funcionar mejor, pero no están en favor de un golpe de timón, no desean revertir el orden de las cosas. Su idea de cómo puede llegar a funcionar todo sólo puede ser consecuencia de su propia experiencia. Siendo así, quizás su situación actual no diste demasiado de ese óptimo local que les es ya conocido. Ese es uno de nuestros retos. De allí la idea de la república aérea de Bolívar, que bien podríamos concebir aquí como la escuela aérea, la salud aérea, la seguridad aérea, en fin, la vida y sus enormes posibilidades, tal y como la concebimos quienes tuvimos la fortuna de contar con otro punto de referencia. Aéreas en el sentido de que para esa otra mitad esas posibilidades no pueden sino existir en un imaginario que ahora nos corresponde recrear y alimentar. No es una tarea fácil. En Miranda, las escuelas y bibliotecas han servido como una suerte de propagador de nuevas ideas, generadores de una ambición sana por ver las demás áreas de la vida cotidiana con el orden, la limpieza y ese aire de aquí todo funciona que predomina en estos espacios públicos. Llevar esa visión al resto del país nos exige mucho más.
En economía tampoco estamos exentos de esas ideas aéreas. Por el contrario, se hacen presentes por todas partes. Salir del socialismo sin el capital político que trae consigo una victoria electoral aplastante (como ocurrió en Europa del Este tras la caída del muro) es también un ejercicio de imaginación. No está documentado, no se parece a ninguna otra cosa que haya tenido lugar en alguna otra parte. Estamos obligados a ser creativos, a pensar en equipo, a intentar cosas nuevas, a salir de los esquemas y de las formas, y tenemos muy poco margen de error. Estamos preparados. (El Universal)