La Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y la Federación de Trabajadores de Construcción Civil se movilizan hoy contra el crimen organizado. Es una marcha contra asesinos que fueron fomentados y estimulados por Alan García, y que hoy, con armas de guerra, siguen matando dirigentes sindicales. Su blanco favorito son dirigentes de construcción civil.
La mañana del martes 7 de este mes estuve en el local de los trabajadores del andamio. Fue un acto que marcaba un hito en la historia del movimiento obrero peruano: la fundación de la Escuela Sindical del Gremio, y me habían invitado para conducir una “charla magistral”. Mario Huamán, secretario general de la CGTP y dirigente de construcción, estremeció a la masiva audiencia cuando anunció que esa misma mañana habían asesinado a Rubén Soberón, dirigente de la Federación en Chiclayo.
Días antes, recordó Huamán, habían matado a Guillermo Yacila, secretario general de la CGTP-Callao, también dirigente de construcción civil. Armando Viera, miembro del gremio en el Callao, fue asimismo victimado.
Ningún diario dio cuenta de la importancia de ese acto sindical y de la tragedia ahí anunciada. Andina difundió sobre el acto una nota de prensa que, asombrosamente, no mencionaba tiempo ni lugar.
Eran los últimos episodios de una ola de homicidios. Son obra del crimen organizado, organizado desde Palacio de Gobierno durante el régimen anterior. Más de una vez hemos señalado que esas agresiones fueron orquestadas por el gobierno aprista en el inútil afán de resquebrajar una organización que se ha convertido en baluarte del movimiento obrero y popular.
La Federación ha denunciado la fuente y la trayectoria de estos crímenes. Ha indicado nombres de una mafia que recibió el encargo de matar dirigentes sindicales, crear sindicatos apócrifos, extorsionar a empresarios del sector para que contraten a exponentes de los barracones del lumpen proletariat. Los cupos bajo amenaza, la hostilización a los obreros auténticos se han convertido en una plaga.
Soy testigo de que en años anteriores, dirigentes del empresariado de construcción, expresaron su solidaridad con la Federación, con la cual pueden discutir y concertar. En el lado de los mafiosos predominan maleantes que no saben siquiera alinear ladrillos.
El Ministerio del Interior, las autoridades policiales, el Ministerio de Trabajo han recibido amplia documentación sobre estos hechos. Pero en Trabajo se apresuran a reconocer los sindicatos falsos y la mafia sigue matando.
Hasta hoy la criminalidad antisindical prosigue. La impunidad continúa. Esa impunidad es un crimen paralelo. La marcha de hoy es un grito de protesta, una exigencia de justicia, un reclamo del derecho vital: el derecho a la vida.
Columna del director del diario La Primera - 22 de agosto de 2012.