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Miércoles 22 de agosto 2012

El atentado a Calderón

Por: Raymundo Rivapalacio
El atentado a Calderón
Foto: en.rian.ru

El presidente Felipe Calderón jugó ampliamente con la opinión pública esta semana. Durante uno de los festejos para celebrar sus 50 años el sábado pasado, narró una historia dramática de cómo tuvo una seria amenaza de muerte del narcotráfico en la primera parte de su gobierno, durante un viaje que realizaría por el noreste del país. Era tan seria, le dijo a sus convidados, que videograbó incluso un mensaje para sus hijos en caso de que fuera asesinado. Su infidencia acaparó los titulares de la prensa, aunque en realidad sólo había reciclado –mucho mejor aderezada- una vieja noticia.

El frustrado atentado contra el presidente fue revelado hace tres años por el jefe antidrogas de la Policía Federal, Ramón Pequeño, cuando presentó a la prensa a Dimas Díaz Ramos, operador financiero de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los jefes del Cártel del Pacífico, a quien, dijo, le encomendaron “los pormenores para un posible atentado”. Nunca explicó cómo se pensaba realizar ese ataque que, por la forma como lo planteó el presidente, parecía que dispararían contra su avión.

El problema de la versión es que no cuadra. Si iba a viajar hacia el noreste, territorio del Cártel del Golfo y Los Zetas, peleados con el Cártel del Pacífico, ¿por qué un atentado en esa zona? El presidente no resolvió la inconsistencia –por ejemplo, explicar que era para calentar el territorio enemigo-, ni tampoco precisó si el atentado sería en el aire, dado que no existe información que alguna banda criminal mexicana tenga misiles tierra-aire. Pequeño dijo en su momento que el ataque se pensó como una “reacción desesperada” de Zambada ante la incautación de un cargamento de cocaína en Manzanillo en 2007, que fue desmentido por el propio capo en un mensaje enviado a través de Proceso.

Las incongruencias no son las relevantes en función de lo que sucedió después. Lo más importante, porque es lo concreto que nunca se resolvió, es lo que sucedió con los responsables de la aduana por donde entró aquel cargamento de 23.5 toneladas de cocaína el 30 de octubre de 2007, considerado como el mayor aseguramiento de droga en la historia mundial. Lo que sucedió ahí sigue siendo un misterio.

La cocaína llegó en un buque llamado “Esmeralda” procedente de las Islas Marshall, y fue detectado por la DEA, que informó a la Marina. Durante un mes los marinos vigilaron la droga en espera de que fueran recogidos y descubrir la red de corrupción en el puerto, pero nadie los reclamó. Se sospechó siempre que al saberse de la operación de inteligencia de la Marina en los mandos del puerto, se prendieron las alertas que frustraron los arrestos. El operativo en Manzanillo no condujo a ninguna investigación, algo muy distinto al que 25 días antes, en el puerto de Altamira, en Tamaulipas, sucedió.

En Altamira el Ejército aseguró 12 toneladas de cocaína y la Policía Federal detuvo a cinco presuntos narcotraficantes y arraigó a nueve funcionarios aduanales para investigarlos y deslindar su responsabilidad. Nadie en Manzanillo resultó responsable de nada, aunque el personal aduanal había aprobado la salida de dos contenedores con la droga. El administrador de la aduana era Héctor Armando Mejía, quien minutos después de darse el decomiso, se resguardó en la Zona Naval. Nunca más regresó a su oficina y luego se dijo extraoficialmente que fue trasladado a la ciudad de México por razones de seguridad.

Su segundo en la Aduana era Ardelio Vargas Carrillo, hijo de Ardelio Vargas Fosado, en ese momento director de Inteligencia de la PGR, uno de los funcionarios más protegidos del entonces procurador Eduardo Medina Mora, y actual secretario de Seguridad Pública de Puebla. El jefe de ambos era Luis Roberto Patrón Arregui, de una familia sinaloense que había invertido en la campaña presidencial de Felipe Calderón, y que fue director de Innovación y Calidad del SAT, hasta que renunció tiempo después al ser involucrado en el caso de Zhenli Ye Gon.

Nadie sabe qué pasó con ellos. Nadie habla ya de ese decomiso ni de los enormes nombres involucrados. La reciente revelación de Calderón revive la memoria sobre aquel episodio, paradójicamente, uno de los grandes déficits de combate al narcotráfico que heredará su gobierno.

Nota publicada en periodicocorreo.com.mx

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