Como el procurador del Estado peruano no supo contestar al magistrado de la CIDH que preguntó qué es un caviar (y, de paso, ya que se cumplen nueve años del infame Informe Final de la CVR), viene muy a cuento recordar esta columna, publicada aquí hace un año:
Los caviares son izquierdistas de salón que viven de la injusticia que dicen combatir. Han hecho de los derechos humanos y la defensa del medio ambiente un negocio, a través de ONG’s financiadas por incautos estadounidenses y europeos. Los derechos humanos les sirven de pretexto para perseguir y satanizar a los militares que vencieron la subversión y a defender a los terroristas. Y la ecología para sabotear la inversión extranjera, en especial la minera y petrolera.
Los caviares hablan en nombre de la “sociedad civil” pero cuando se presentan a elecciones nunca obtienen más del 0,5 por ciento de los votos. Por eso hacen política a través de su poderoso aparato mediático y sus organizaciones no gubernamentales, verdaderos lobbies a través de los cuales presionan a los gobiernos para conseguir asesorías, consultorías, y si es posible carteras ministeriales.
Los caviares son “progresistas”. Eso significa que pretenden inculcar un pesimismo constitutivo en el alma nacional y convencernos que la religión, la autoridad, la familia, la jerarquía, la moralidad, el patriotismo, la tradición, la lealtad y la economía de mercado son aberraciones conceptuales.
Los caviares son totalitarios. Cualquiera que se atreva a disentir de sus consignas “políticamente correctas” es tachado de reaccionario, fanático, fascista o “fujimontesinista”.
Los caviares viven en las zonas más prósperas de Lima, manejan costosas camionetas 4×4, tienen casas de veraneo en “Eisha” y hacen sus congresos partidarios en clubes de jazz. Pero pontifican sobre la pobreza, que según ellos desaparecería si hubiera una “justa redistribución de la riqueza” (la de otros, por supuesto, no la de ellos). Son igualócratas compulsivos y pobretólogos profesionales que propugnan la masiva intervención del Estado en asuntos privados. A eso lo llaman “Estado de bienestar”.
En suma, los caviares son hipócritas y perniciosos.
Columna del director del diario La Razón - 29 de agosto de 2012.