Crony capitalism

Un amigo, católico practicante cuyos puntos de vista políticos valoramos en sumo grado, nos envía copia de un artículo sobre Gramsci con el siguiente comentario:

“Este es un artículo publicado recientemente en el diario ‘La Nación’ (Buenos Aires) y difundido por los servicios de una agencia de ideología liberal (desde Washington: ‘Hacer’). El autor, argentino, Alberto Benegas Lynch, acaba de cumplir 72 años, y expresa su opinión sobre Gramsci desde el punto de vista de un liberal. Es decir, con ‘anticomunismo’ pero sin visión ‘contrarrevolucionaria’; dado que él milita en otra ‘revolución’ (la ‘liberal). Por lo que su visión del marxismo no es ‘contradictoria’ sino sólo ‘contraria’ (en el sentido lógico de estas expresiones). Es decir, porque entre el liberalismo y el marxismo hay algunos elementos contrarios, pero tienen otros en los que ambas ideologías se aproximan y coinciden. Una fuente doctrinal seria, como es la Doctrina Social de la Iglesia, inspiradora de principios morales y metafísicos para una recta comprensión de la política y su correcto ejercicio, nunca ha cesado de condenar a ambas ideologías, e incluso lo ha hecho con mayor severidad contra el liberalismo, que contra la ideología criminal y antihumana del socialismo marxista”.

Reiteramos nuestro profundo respeto por el amigo en cuestión. Y coincidimos con él respecto a que el marxismo en todas sus variantes, incluido el “caviar” que sigue los postulados de Gramsci, es criminal y antihumano.

En cambio, discrepamos en su apreciación del liberalismo. Porque como se ha encargado de demostrar de manera brillante otro amigo nuestro, el abogado, politólogo y periodista Alberto Mansueti –cuyas opiniones hemos citado aquí varias veces– las reformas aplicadas en Latinoamérica en los noventa poco de liberales tenían. Fueron, Mansueti dixit, redactadas por los burócratas de los organismos internacionales que conviven en Washington y para colmo, “reinterpretadas” de manera “redistribucionista” por los jefes populistas a la sazón presidentes en los ’90, comenzando por “los tres Carlos”: Salinas en México, Pérez en Venezuela y Menem en Argentina.

Y de eso también habla Benegas al final del artículo citado al comienzo de esta columna. El liberalismo, anota, queda por completo distorsionado cuando los amigos del poder hacen negocios en los despachos oficiales, en cuyo caso los patrimonios resultantes son fruto de una gravísima explotación a los consumidores. Es ese “capitalismo de amigotes” (de paso, denunciado en este diario en semanas recientes a través de campañas contra los abusos de bancos y de tiendas por departamentos) el que ha causado tremendo daño al verdadero liberalismo y brindado abundante munición a los ‘gramscianos’ criollos…

Columna del director del diario La Razón - 30 de agosto de 2012.