No soy dado a denostar a ningún sector de la política peruana, me parece un recurso vulgar y descalificador. Por eso nunca hablo de izquierda caviar sino de izquierda intelectual y no refiero la derecha más radical como bruta y “achorada” sino como extrema, que, aunque adjetivo al fin, alude una posición intransigente y poco dialogante, mas no al coeficiente intelectual de los individuos.
Señalo esto porque desde cierta derecha se cuestiona a UNASUR por suspender a Paraguay de su membrecía y se acusa a Torre Tagle de promover una suerte de “marxismo surrealista del siglo XXI”1 . En realidad, la sanción de UNASUR al país guaraní expresa la legítima preocupación de los gobiernos de la región ante una destitución presidencial que si bien no constituyó un golpe de estado, sí denotó el uso de la norma constitucional como instrumento de la lucha política. Parece claro, y así lo ha entendido UNASUR, que si aspiramos a la institucionalización de la democracia en América Latina, debemos velar porque una correlación de fuerzas parlamentarias desfavorable no sea argumento suficiente para destituir un mandatario elegido por sufragio universal.
Además, debemos notar que la postura de UNASUR no es ni única en su género ni introduce elementos nuevos en las tradicionales prerrogativas de los foros multilaterales. De hecho, en estos días Europa atraviesa una situación similar. Se trata de Rumanía cuyo presidente, el conservador Traian Basescu, ha sido destituido por un congreso de mayoría centroizquierdista debido a que aplicó un drástico programa de austeridad fiscal que, aunque impopular, es el reflejo de la aguda crisis por la que atraviesa Europa.
La destitución de Basescu no fue ratificada por el referéndum popular que se convocó para tal propósito, pero ahora el gobierno transitorio del Primer Ministro Víctor Ponta presiona a los jueces rumanos para invalidar los resultados plebiscitarios. Ante esto, la reacción de la Comisión Europea no se ha hecho esperar y, en carta pública, su presidente José Manuel Durão Barroso ha instado a Ponta a acabar de inmediato con la campaña de intimidación a los jueces. Enérgicamente le ha recordado Europa a Rumanía su compromiso de acabar con ese tipo de prácticas, compromiso que adoptó cuando se produjo su ingreso a la UE.
Los otros dos temas, ese del supuesto chavismo de UNASUR, porque Chávez también defendió a Fernando Lugo, y el inverosímil viraje a la izquierda de una institución de tanta tradición como Torre Tagle, casi están para no tomarlos en serio. Esto resulta como decir que si Venezuela promoviese el desarme nosotros tendríamos que adoptar la posición contraria: ridículo. UNASUR tiene que promover la consolidación de la institucionalidad democrática y lo está haciendo al lograr un consenso unánime en su decisión sobre Paraguay, por lo que junto a las firmas de las “chavistas” Venezuela y Bolivia figuran las de los “globalizados” Chile y Colombia. En el mundo del siglo XXI se puede ser de izquierda o derecha dentro del consenso democrático: ese es el mensaje que el foro sudamericano acaba de lanzar al mundo y por ello mismo sus representantes le han enmendado la plana a José Miguel Insulza en la última asamblea de la OEA.
A veces es de lamentar que destacadas personalidades empañen su trayectoria profesional poniéndola al servicio de pasiones ideológicas que hoy no justifican su superposición al interés nacional, ni al regional. Cierto es que mucho nos falta madurar al respecto. Que esta reflexión sirva para meditar sobre ello.