Un alto funcionario del gobierno acaba de constatar que la industria ha decrecido este año en -0,4% mientras que en los cinco años anteriores creció en un promedio de 6,4% anual (Otra Mirada n.36). En efecto debe ser desconcertante haberse pasado los cinco años criticando al gobierno aprista por “primario exportador” y “des industrializador” para descubrir que en el suyo, como reconoce, retrocedemos como los cangrejos.
La responsabilidad se la achaca a las políticas neoliberales del Ministerio de Economía y del Banco Central de Reserva. Carga contra sus titulares por no aplicar medidas que frente a la apreciación del sol hayan impedido la pérdida de competitividad del país.
Concluye el privilegiado burócrata y dirigente de Tierra y Libertad, que en realidad se aplican políticas ortodoxas que no nos permiten avanzar. Lo más saltante es el inesperado homenaje a Alan García, que ahora resulta, a juzgar por las cifras, el gran promotor de la industria, mientras que su líder Ollanta Humala no pasa de ser un neoliberal en reversa.
Son diversos los factores que explican este retroceso, pero nuestro crítico tiene razón en sugerir que éste es un gobierno sin mayor iniciativa, uno que se deja arrastrar por la corriente sin esforzarse por cambiar las cosas.
No tiene sentido echarle la culpa a la devaluación de las divisas ni a las inversiones mineras ni tampoco a los tratados de libre comercio, pues todos estos elementos son factores que acompañan a la economía peruana desde hace más de una década, con resultados promisorios.
¿No será más bien la consecuencia de la inacción la que lleva a esta situación? Por ejemplo, que se anuncie un superávit fiscal del 2%, equivalente a unos 70 mil millones de soles, es una prueba flagrante de la incapacidad del gobierno para invertir y generar crecimiento. Entre el 2006 y el 2011 la inversión pública se cuadriplicó hasta resultar la más alta de la historia. Fue así porque se aplicó una política consciente, pensada como parte sustantiva del proceso de desarrollo, que el humalismo confunde torpemente como“corrupción”.
En un país en pleno despegue y con tantas carencias aún, es absurdo quedarse sin invertir esa cantidad. Esta es una responsabilidad de la débil capacidad de gestión que demuestra en estos primeros catorce meses.
Si el Ejecutivo abandona la planificación para volver al esquema obsoleto de las políticas sectoriales dispersas y aisladas, el resultado es el que está a la vista. Tenemos todavía el empuje del crecimiento de los últimos años, pero si seguimos en el debate absurdo de enfrentar la producción de recursos naturales con la manufactura, perdemos la oportunidad de generar cadenas productivas, impulsar el mercado interno y tener una economía diversificada.
Humala se ha contagiado de la ortodoxia, la desidia y el desorden de su socio Toledo, adornado con pequeños, caóticos y corruptos programas asistenciales. La misma mirada y hasta con los mismos funcionarios.