Miles de muertos, desaparecidos, desplazados, despojos. Son muchas las heridas y parecería que tras 50 años de violencia no hay en Colombia forma de acabar con ella. El último proceso de diálogo –de los tres efectuados en las últimas tres décadas– culminó con el fracaso durante el gobierno de Andrés Pastrana. ¿Están dadas ahora las condiciones para el éxito? El presidente Juan Manuel Santos parecería estar convencido de que sí. Estuvo hilando fino y en secreto para ese propósito iniciando contactos con las FARC desde sus primeros días de gobierno en el 2010. Y anunció esta semana los cinco puntos de la agenda. Las conversaciones se iniciaron, según el diario El Tiempo, a través de un empresario caleño, amigo de juventud de Jorge Torres Victoria (a) “Pablo Catatumbo”, miembro del estado mayor de la guerrilla. Mientras tanto, la ofensiva militar eliminaba al jefe militar de la guerrilla, “Mono Jojoy”, y en noviembre del 2011, a “Alfonso Cano”, jefe máximo de las FARC, con quien ya se habían iniciado acercamientos. A las pocas semanas, Rodrigo Londoño (a) “Timochenko”, el sucesor, retomó los contactos de “Cano”. Finalmente, diez encuentros preparatorios –de 3 a 7 días cada uno– desde el 23 de febrero hasta el 27 de agosto de donde salió la agenda y el formato para las conversaciones a llevarse a cabo en Noruega y Cuba desde octubre.
¿Hay salida? Es difícil saberlo pues los otros tres intentos fracasaron. Hay dos asuntos que parecen ser nuevos. El primero son las “condiciones objetivas” del debilitamiento de la guerrilla. Las FARC de hace diez años –con cerca de 20.000 combatientes y más de 400 civiles y militares secuestrados– no es comparable a la guerrilla de hoy, con menos de 8.000 combatientes y debilitadas capacidades ofensivas. En ese mismo lapso el ejército ha duplicado sus efectivos, llegando a más de 400.000, de los cuales 100.000 son soldados profesionales. Su equipamiento, además, se ha modernizado contando, entre otras cosas, con 80 helicópteros Black Hawk.
El segundo es la “necesidad” que parece planteársele a la guerrilla de encontrar para sí una salida dadas esas condiciones. Uno de sus dos negociadores, Mauricio Jaramillo (a) “Médico”, sucesor del “Mono Jojoy” en el Bloque Oriental, así lo habría expresado en las conversaciones en La Habana: llegar a un acuerdo para acabar con el conflicto. No es casualidad que uno de los cinco puntos de la agenda anunciada por Santos el martes sea el de las “Garantías de Ejercicio de la Oposición Política”; da cuenta del propósito de “cambiar de música”. También que se haya incluido un punto que no había sido considerado en 30 años de frustrados procesos de paz: la entrega de las armas.
Hay cuatro asuntos que pueden ser claves en el curso del proceso. Lo primero es la disposición de la guerrilla de realmente terminar con el conflicto y el manejo que los “dialogantes” de las FARC puedan hacer al interior de sus encallecidas huestes. Lo segundo es que las negociaciones se iniciarán sin tregua ni cese de fuego lo que siempre es un factor que puede socavar el espacio negociador. En muchos procesos, sin embargo, se ha podido avanzar en contextos así llegando en el camino al silenciamiento de las armas. Lo tercero: el mecanismo negociador. Experiencias exitosas de negociación en conflictos internos –como las de Centroamérica, en donde me cupo el privilegio de participar en representación de la ONU– pueden enriquecerse con la participación activa de mediadores. Para contribuir a limar aristas, colaborar en vertebrar coincidencias o, incluso, plantear salidas.
El cuarto asunto es el marco jurídico. La Fiscalía y el gobierno alistan un paquete de leyes que definirán los criterios para la investigación y juzgamiento de los máximos responsables de delitos contra los derechos humanos. Qué hacer frente a quienes hayan cometido delitos de lesa humanidad, es uno de los temas complicados. Todas las guerras tienen un principio y un final. Esperemos que haya llegado el tiempo en que ésta concluya. Por la tranquilidad y prosperidad de los colombianos (Con información del diario La República).