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Viernes 07 de septiembre 2012

La revolución, una fábrica de pretextos

Por: Argelia Ríos.
La revolución, una fábrica de pretextos
Foto: Referencial

El presente se ha tornado pasado. Catorce años después del ascenso al poder del presidente Chávez, todo luce detenido y apolillado: ni los pretextos contienen ya alguna novedad. Cada gran anuncio viene empaquetado con su propia excusa. Los proyectos más ambiciosos, junto a los más modestos, tienen el mismo destino: unos y otros conforman una rutina circular en la cual los buenos propósitos se ven abortados por causa de incompetentes hábiles en la evasiva. Ese es justamente el campo en el que la revolución destaca con esplendores: puesta a prueba por sus fracasos más embarazosos, los subterfugios nunca le han escaseado, aunque ninguno de ellos destaque ahora por su originalidad.

El gobierno venezolano es líder en la fabricación de coartadas. Las hay de todos los formatos: grandes, para incumplimientos de relevancia y pequeñas para las de poca envergadura. La demanda está perfectamente cubierta: cada promesa viene acompañada de su respectiva disculpa, en una dinámica donde "el proceso" tiene asegurado un amplio abanico de escapatorias, mientras los ciudadanos merodean alrededor de la misma expectativa. Así es como está Venezuela: estancada en el punto en que se hallaba cuando la revolución le hizo su primera promesa, augurio de este extenso camino de desengaños digeridos a punta de estratagemas.

El negocio ha sido tan redondo que comprende, incluso, a la propia caracterización del régimen. La memoria nos lleva a su fase introductoria, cuando le fue conferida una falaz naturaleza revolucionaria, con la cual se apologizó la arbitrariedad y la devastación institucional. Aquella pretendida excusa ideológica consiguió neutralizar los reproches -sobre todo internacionales- que en ese momento hubieran entorpecido la viabilidad del proyecto perpetuista del comandante... Bien sabemos que el estilo del mundo favorece con su benevolencia los atropellos de los gobiernos de izquierda, a los que se absuelve de pecados duramente penalizados si fueren cometidos por mandamases de la derecha.

Esa primera coartada comprobó que las mentiras más creíbles son paradójicamente las más grandes, del mismo modo como las coartadas más estrafalarias han resultado verosímiles en el desprevenido auditorio venezolano... Así, de excusa en excusa, Venezuela se mantiene estacionada, a la espera de unos beneficios revolucionarios que, de tanto ser aplazados, conforman un presente convertido en pasado sempiterno... Las opciones que se enfrentarán el próximo 7-O son muy claras: una, la que ha prolongado el pasado en este largo festín de pretextos, y otra, la del futuro que busca abrirse paso para demostrar cuánto provecho puede obtener una sociedad comprometida con el refrescamiento constante del poder y la política.

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