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Domingo 09 de septiembre 2012

Gonzalo Portocarrero: Abimael Guzmán no es el pensador que alucina ser

Investigador social analiza la propuesta ideológica de cabecilla terrorista.
Gonzalo Portocarrero: Abimael Guzmán no es el pensador que alucina ser
Foto: Medios

Su libro sobre Sendero Luminoso y Abimael Guzmán, Profetas del odio, provocó el ataque del Movadef. Gonzalo Portocarrero fue víctima de los insultos de la militancia senderista por calificar a su líder como “aprendiz de brujo” y como un charlatán dispuesto a canjear a sus militantes por mejores condiciones carcelarias. Esta es su visión sobre la caída del senderismo.

El golpe del que nunca pudo recuperarse el grupo terrorista Sendero Luminoso fue la captura de su cabecilla Abimael Guzmán. Su detención no solo significó un debilitamiento orgánico sino también un cambio en el discurso: pasaron de ensalzar la violencia a la defensa jurídica para salvar sus propios intereses.

–¿Cómo afectó la captura de Abimael Guzmán a su militancia?

–Hubo una implosión dentro de Sendero Luminoso (SL). Muchas de las organizaciones dentro de SL dejaron de reunirse y se desmoralizaron. Sobre todo porque cayó en circunstancias en las que nadie imaginó: como una mansa paloma en un barrio residencial. Los militantes esperaban que viviera en el campo y que estuviera presto a defenderse. (El camarada) “Feliciano” creía que habían contratado a un actor y que era una pantomima del gobierno para debilitarlos. Guzmán era la garantía del triunfo popular. Caída esa garantía ya era difícil continuar.

–¿Cuán importante fue que lo detuvieran en 1992? No era el mejor momento político de SL, su aceptación en el campo había disminuido.

–Sí, no lo era. Cuando se reúnen en el primer congreso de 1989, todos los dirigentes llegan con informes muy desalentadores. Pero Guzmán les increpa su pesimismo burgués y les dice que hay que hacer más atentados porque tenía una confianza ciega en la violencia. Guzmán debió ser capturado por la inteligencia policial quizás en 1983, con lo cual el movimiento no hubiera levantado el vuelo, y el Perú se hubiera ahorrado miles de muertes y pérdidas económicas. Pero el Estado tuvo una reacción primitiva frente a la insurrección de SL. El GEIN recién se formó en 1990, diez años después de iniciado el conflicto. Hasta esa época no había fotos de Guzmán en las comisarías. Alguna vez Benedicto Jiménez me contó que en un viaje que hizo Abimael Guzmán a una reunión en Pachacamac, su carro cae a una zanja y un policía lo ayuda a salir de allí. Revela el desconocimiento que había.

–¿Qué hacía a Guzmán una persona tan convincente?

–Es que tiene una autoconfianza extraordinaria, y una incapacidad de escuchar al otro y suprimir sus dudas imponiendo su voluntad. Y esto no es producto de algún mérito, sino del delirio de una convicción personal. Pero Guzmán tuvo contacto con poca gente. No era un orador de masas, era un profesor universitario. Esa imagen descomunal de sí mismo la crea él y la agrandan sus alumnos ante los ojos de las bases, que proyectaron en él la imagen de un padre bueno, liberador. Pero Guzmán era un sinvergüenza.

–En la cárcel su discurso fue variando con los años. ¿Cuándo se empezó a desesperar?

–Cuando caen, Guzmán y Elena Iparraguirre creen que los pueden ejecutar extrajudicialmente y empiezan a pensar cómo salvar sus vidas. Para eso era necesario que SL demuestre que vale la pena un acuerdo de paz, y por eso se entiende el discurso de Guzmán en la jaula. Allí dice que su captura se trata de un recodo, que no es nada y que se tiene que proseguir. En realidad, fue una forma de incentivar a su gente para que siga cometiendo atentados, para poder venderlos a mejor precio a cambio de mejores condiciones carcelarias. Tan crudo y tan feo, así es.

–¿Tiene ahí un discurso derrotista?

–No, el discurso de la jaula todavía no es de negociación Eso viene todavía después. Cuando ellos ya están más seguros empiezan a conversar con Montesinos y eso dura años.

–En las entrevistas que le hace la Comisión de la Verdad (CVR), Guzmán quiere que la gente sepa lo que pasó desde su lado…

–Yo no diría eso. Guzmán no es una persona que invite a pensar. Él exige sumisión, se cree portador de la verdad, y en las 19 entrevistas que le hace la CVR repite una y otra vez la misma cosa. Se parapeta en su idea de que se ha perdido pero que la situación en la que se dio el conflicto era promisoria. Él considera que era una lucha justa, que va a ser recuperada en el futuro y que él va a ser recordado como uno de los iniciadores. Por lo que me cuentan personas que participaron en las entrevistas, fueron tremendamente aburridas porque no se salía de ese discurso.

–¿Cuándo se origina la idea de formar el Movadef? ¿Desde 1992 o en los últimos años?

–Yo creo que ya desde 1992 o 1993, Guzmán empieza a pensar en función a la teoría de las dos colinas, es decir, de un lado estamos nosotros y del otro, los enemigos. Hay un cambio en el lenguaje de Sendero: todo los temas de la violencia comienzan a desaparecer y los sustituye un lenguaje más neutro y centrado en lo jurídico. Tú vas al penal de Castro Castro, y lo que encuentras en la biblioteca de los senderistas son libros jurídicos: el código civil, penal, derecho internacional. Y este libro, De puño y letra, que se anunció como una autobiografía de Guzmán, es un conjunto de alegatos jurídicos en los que se empeña en negar la importancia de la matanza de Lucanamarca.

–Uno hubiese esperado un libro de doctrina teórica.

–Sí, pero no hay nada de eso. Es que Guzmán no es el pensador que él se alucina. El diagnóstico de Guzmán fue que hay feudalismo y que hay que liquidar la propiedad terrateniente, pero ya en la época de Guzmán no existía ese tipo de propiedad. Por eso es que los campesinos senderistas en lugar de luchar contra algo que ya no existía, comienzan a enfrentarse los unos contra los otros. Así, Sendero termina desatando una guerra en el campo. Lo curioso es cómo Guzmán, que no conocía el campo ayacuchano, porque era un hombre al que no le gustaba ensuciarse los zapatos y que deducía la realidad a partir de su conocimiento de Mao y Mariátegui, logra imponer su diagnóstico alucinado sobre personas que sí sabían, como Antonio Díaz Martínez, que era un ingeniero agrónomo, y también Osmán Morote, y los subordina.

–Entonces lo que afirma Guzmán en la jaula, el Acuerdo de Paz y su libro solo son para abogar por su libertad.

–Sí, y decir que ahora no hay condiciones para la lucha armada porque ya cayó el muro de Berlín y ya no estamos en los ochenta, sino en otra coyuntura internacional. Entonces, había que esperar la próxima ola.

–¿Qué es lo que podría plantear Guzmán en el futuro?

–Eso es para mí un misterio. Luchar por la amnistía es una ilusión ¿Cómo serán las noches de Guzmán? Él trata de bloquear cualquier sentimiento de culpabilidad bajo la idea de que se justificaba la rebelión por la injusticia y que SL no es terrorista. Pero a pesar de su autoconfianza, como cualquier humano tiene sus dudas. Guzmán toma muchos ansiolíticos. Ha sido una persona nefasta, no coherente, que se creó una falsa historia sobre sí mismo y ensangrentó al Perú. Lo increíble es que las personas que sufrieron su imperio despótico no lo repudian sino que lo siguen (Con información del diario La República).

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