Adiós a Lima (recuerdos de la campaña de la Breña)

En Lima ocupada en 1882, doña Antonia Moreno de Cáceres continuaba abocada a su labor de conspiración y acopio de armamento, poniendo en peligro su seguridad. Las fuerzas enemigas, mantenían vigilancia discreta sobre ella y su casa de San Ildefonso. Recibe el llamado de Cáceres: “Ven –me escribe– no te arriesgues más; necesito toda mi serenidad para continuar esta lucha”.

Antes de partir se reúne con Rosita Elías de Montero y José Manuel Pérez, ayudante de Cáceres y planean la salida de Lima. Establecieron medidas de seguridad para el desplazamiento, las claves de identificación y reconocimiento. El ayudante esperaría en el Portón de Cocharcas.

Para evitar a espías y miradas indiscretas el ayudante se disfrazó de criado. Ella llegaría al lugar, pretextando el recojo de una encomienda. En Cocharcas, doña Antonia se unió al ayudante, quien tenía la ropa remendada y desgastada. Para llegar a la hacienda Tebes, debieron cambiar el coche por una carreta con barandas, tirada por mulas y que llevaba alfalfa.

Durante el desplazamiento, toda medida de seguridad era poca. Las niñas debían taparse sus cabecitas rubias con pañuelos y ella misma utilizó una manta negra para cubrirse. En caso de peligro debían camuflarse en la alfalfa. Finalmente llegaron sanas y salvas a Tebes.

Al amanecer y antes de partir tuvo un momento de emoción, que la llevó hasta las lágrimas, fue cuando el séquito de su seguridad le expresó “No tema nada, señora; ni a las niñas ni a usted la tocarán”, luego emprendieron la marcha hacia las breñas andinas.

Publicado el 11 de setiembre de 2012 en el diario La Razón.