Ayer, en acto de solidaridad frente a la serie de asesinatos contra los trabajadores de la construcción y la amenaza de muerte a Mario Huamán, Secretario General de la CGTP y de la Federación de Construcción Civil, dije estas palabras:
No voy a evocar e invocar la larga lista de trabajadores de la construcción asesinados.
Es una cadena, es, por lo tanto, un plan.
Para la reacción nacional e internacional, es decir, el Pentágono, la CIA, debilitar el maltrecho movimiento sindical que existe en el Perú, es cuestión de vida o muerte. MEJOR DICHO, DE MUERTE.
Por eso no es casual que las balas se enfilen contra la Federación de Trabajadores en Construcción Civil, contra sus dirigentes y contra Mario Huamán.
No podemos olvidar que el proyecto de destrucción de la Federación nació en la guarida de un ladrón y asesino, en el Palacio de un Alí Babá que confesó que la plata le llegaba sola. Me refiero a Alan García, a quien en esta columna he llamado “hombre de palabra fácil y bolsillo acogedor”.
Vientos nuevos soplan en América Latina, en lo que José Martí llamaba Nuestra América. Hace muchos años, cuando yo era joven, las multitudes enronquecían gritando: ¡Cuba no está sola! Ahora ya no son sólo los de abajo quienes pregonan esa idea. Ahora hay gobiernos reformistas, progresistas o antiimperialistas que nos demuestran que Cuba YA NO ESTÁ SOLA.
Este 7 de octubre hay elecciones en Venezuela, y todo indica que el comandante Hugo Chávez va a ser reelegido. Deseamos que así sea, por la voluntad general de su pueblo y por la justicia de su causa que la razón defiende.
El avance de la izquierda continental asusta al imperialismo y la reacción.
Por eso apuntan contra esta Federación, fortín en el Perú de los derechos de los trabajadores y de todo el pueblo.
Por eso tenemos que decir desde aquí:
¿Por qué la Policía y la Justicia no descubren a los asesinos que matan dirigentes de construcción civil, y amenazan de muerte al compañero Mario Huamán?
Los dirigentes de construcción han señalado a los miembros de la mafia, con pelos y prontuarios, pero no hay voluntad política de prenderlos y penarlos.
Como la impunidad persiste, los planes de los asesinos avanzan.
Tenemos que sospechar, entonces, que en lo alto del poder hay una voluntad de encubrimiento.
Cuando el encubrimiento se prolonga, el encubrimiento se vuelve complicidad.
Señor Presidente Ollanta Humala: en nombre de los que, sin compromiso ni codicia, luchamos porque usted llegara al sillón, en nombre de los cientos de miles de votos que le dieron los obreros del andamio y sus familias,
EXIGIMOS:
¡ALTO A LA IMPUNIDAD!
Columna del director del diario La Primera - 12 de setiembre de 2012.