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Miércoles 19 de septiembre 2012

Los últimos días de Chávez

Por: Alexander Cambero.
Los últimos días de Chávez
Foto: Referencial

Hugo Chávez entra en la recta final con la derrota en el alma. La desesperación lo invitó a soltar todos los demonios. El ver cómo los venezolanos comienzan a recorrer el cambio que encarna Henrique Capriles, hizo que el veneno acumulado surgiera como lava desaforada a destruir al país que hoy lo rechaza por incapaz. El peso de su fracaso encorva su espalda hasta forzar dolores infinitos. Sus últimos días de campaña han sido fracasos monumentales. Actos en espacios cerrados con personas traídas de muchos lugares de la república, acólitos fatigados y aburridos de las mismas palabras huecas sin conexión alguna. Un presidente que se le nota la costura, ha desarrollado una verdadera obsesión por el abanderado democrático. Al que acusa de todo lo malo que acontece y que es responsabilidad suya. Bandidos arremetiendo con piedras y palos, tratando de impedir que Henrique Capriles visite alguna entidad, como si viviésemos en las llanuras danubianas bajo el mando de Atila.

Hace algunos días estaba observando dos actividades que tenían los candidatos en simultáneo. Por alguna travesura de la memoria las dos dispares imágenes me hicieron recordar una escena del filme la profecía III interpretada por el actor irlandés Sam Neill. En la misma  Damien Thorn  -el anticristo-  no podía conciliar el sueño, su cuerpo perdía energías de manera acelerada. Daba vuelta y vueltas mientras un sudor frío lo recorría. Thorn sabía  que las fuerzas del bien se incrementaban  mientras él se debilitaba para luego perder la batalla final. Sin querer pecar de escatológico existen alguna similitudes con aquella película que terminó siendo un fiasco para los amantes de este género. El cuerpo del régimen se debilita mientras la libertad crece en la calle de la mano de su conductor  Henrique Capriles Radonski. Un sudor frío lo recorre de punta a punta cuando entiende que su derrota es cosa de días, y que su única posibilidad es atiborrar de excremento a todos. Hacer que las reglas las impongan desde el pantano pestilente y no desde la pulcritud que anhela Venezuela.  Por eso han aparecido diversas formas de podrir el debate, de llenar con veneno y peste los abrevaderos ciudadanos; que para cualquier elector la diferencia entre un mensaje y el otro no sea captable a simple vista. Entonces la posibilidad de la maquinaria se incrementa. Los violentos a tratar de amedrentar a los ciudadanos honestos, como lo han hecho con los humildes pescadores que ayudaron a Capriles a llegar a Puerto Cabello, fueron a sus casas a prohibirles trabajar y hasta lo amenazaron con quitarles los peñeros.

Afortunadamente Henrique Capriles tiene una dignidad y fortaleza espiritual a toda prueba. No cae en tentaciones y sabe que su meta es llevarles progreso a los venezolanos. Su espíritu de hombre abrazado con la fe hace que muchas de las trampas no pasen de simples intentos. Aquí se libra una lucha contra todo un sistema perverso que dividió la familia venezolana. Que colocó en los hogares el resentimiento como ingrediente en la vida de millones, es casi imposible no encontrar un grado de animadversión en un polluelo del PSUV, son tan previsibles en la maldad. Hugo Chávez les fermentó el alma durante años y por ello no saben convivir en con las reglas democráticas. Eso de querer  impedir que Henrique Capriles recorra nuestros pueblos es propio de salvajes que no tienen argumento para defender una idea. Cuando lanzar objetos y buscan dañar dan cabida al ideario malandro que vive en ellos. Al invadir una propiedad privada comienzan a creer que el robar lo ajeno es una alternativa válida.

Estamos en la recta final. Son catorce años de una pesadilla que quiere transformarse en veinte. Está en nosotros la inmensa posibilidad de cambiar todo esto. Debemos estar vigilantes y preparados. Convencer a otros, votar temprano y hasta cuidar a Capriles de alguna locura en esos recorridos. Hay que convertirse en un protector de su mensaje, llevarlo con fe, entusiasmo y alegría. El tiempo está cerca. Uno sufre en su debilidad y el otro se transforma en el progreso para todos. (El Universal)

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