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REDES SOCIALES
Sábado 22 de septiembre 2012

Fórmula contra la desgracia

Por: Gaudencio Rodríguez Juárez
Fórmula contra la desgracia
Foto:secretosdeprosperidad.net

Lo único garantizado en la vida es la adversidad. No pretendo ser fatalista sino sólo realista. Así transitamos la existencia: entre experiencias gratas, felices y edificantes y experiencias dolorosas, tristes y terribles. Las primeras nos fortalecen, nos dotan de esperanza e ilusión para seguir conectados a la vida; las segundas abollan nuestro ser, contribuyen al desánimo, a la desilusión.

Pero ni unas ni otras por sí solas determinan nuestra personalidad. La combinación de ambas, contribuyen a forjar nuestro carácter en la medida que poseemos una filosofía de vida, así como oportunidades para soportar los embates del vivir, por ejemplo, una red social y familiar que nos contenga en los malos momentos y nos ayude a resignificarlos y que festeje con nosotros los buenos.

Existe también una “fórmula” útil para sortear las tormentas de los tiempos aciagos cuyos componentes son inherentes a nuestra humanidad: jugar, soñar y reír. ¿Por qué jugar, soñar y reír puede funcionar como una “fórmula” para procesar las adversidades y amortiguar el malestar que provoca a nuestros cuerpos y a nuestras mentes este mundo desbocado y altamente violento en el que nos tocó vivir? Veamos.

La dureza del mundo externo puede encontrar en los sueños, un colchón que amortigüe los estímulos en ocasiones difíciles de procesar en el acto.

“Por medio de sus fantasías imaginativas y de los juegos basados en ellas”, decía el psicoanalista Bruno Bettelheim, “el niño puede empezar a compensar hasta cierto punto las presiones que experimenta en la vida y las que tienen origen en su inconsciente”. Lástima que conforme nos vamos convirtiendo en adultos se nos vaya privando el acceso a la fantasía y al juego. Porque la realidad en ocasiones se nos impone de maneras extremas y hasta paralizantes al no encontrar causes para su expresión.

Los niños y las niñas suelen vencer la realidad por medio del juego, ¿pero el adulto cómo?, ¿por qué medio? En ocasiones puede ser a través del sentido del humor, reconocido este como uno de los principales factores de resiliencia humana. Y es que lo grandioso del humor, de acuerdo a Sigmund Freud, reside en la victoriosa confirmación de la invulnerabilidad del yo. “El yo”, dice el padre del psicoanálisis, “rehúsa dejarse ofender y precipitar al sufrimiento por los influjos de la realidad; se empecina en que no pueden afectarnos los traumas del mundo exterior; más aún: demuestra que sólo le representan motivos de placer”.

¿Has notado la capacidad de los niños y de las niñas para el humor? Es un sentido casi genético, se ríen de las tragedias (siempre y cuando estén sostenidos por adultos), de sus errores; cuentan chistes cuando están aburridos, saltan y juegan entre las ruinas de un terremoto… Por eso logran superar experiencias altamente dolorosas sin generar un trauma. Porque dicho sea de paso, no es el estímulo lo que determina al trauma sino la imposibilidad de dar expresión a los sentimientos que provoca, así como un sentido a la experiencia.

Por otro lado, se dice que el sueño es el guardián del dormir y una tentativa de satisfacción de deseos. A través de diversos mecanismos los contenidos del sueño se deforman para poder ser recreados durante el dormir sin angustia, por lo que los sueños también traen como beneficio la elaboración de experiencias diurnas. Es decir, las prohibiciones de la sociedad y las adversidades propias de la vida que generan malestar, pueden encontrar expresión en los sueños, obteniendo una cierta gratificación o un posible procesamiento; lo cual hace más viable la vida anímica de los sujetos.

En palabras coloquiales, la dureza del mundo externo puede encontrar en los sueños, un colchón que amortigüe los estímulos en ocasiones difíciles de procesar en el acto.

¿Resignarnos ante la adversidad? No, no es conveniente. ¿Rebelarnos? Sí, pero con tacto. ¿Cómo es eso? Utilizando el juego y el sentido del humor, el cual, decía Freud, no es resignado sino rebelde; por eso permite que el yo triunfe sobre la adversidad de las circunstancias reales.

Nota publicada en periodicocorreo.com.mx

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