Los seres humanos vivimos sujetos a la autoridad partiendo de nosotros mismos, existe dentro de nuestro interior un “súper yo” que nos orienta a discriminar lo que debemos de hacer o no hacer.
Igualmente sucede en toda sociedad donde el “homo sapiens” se interrelaciona con los demás congéneres, sujetándose a la autoridad. Así, observamos que los padres son autoridad en la familia, los policías protegen el orden público y las buenas costumbres, un fiscal tiene como función principal la defensa de la legalidad, los derechos de los ciudadanos y los intereses públicos, un juez imparte justicia en un conflicto de intereses mediante la tutela jurisdiccional efectiva.
Pero cuando estas autoridades están presentes pero ausentes, surgen los conflictos sociales de todo orden, político, económico, social, cultural, por lo cual imperativamente la autoridad tiene que hacerse sentir imponiendo orden para una buena convivencia humana de respeto e igualdad de los derechos fundamentales de la persona humana, contraria sensu viene la anarquía.
Publicado el 24 de setiembre de 2012 en el diario La Razón.