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Martes 25 de septiembre 2012

Atributos y tribulaciones

Por: Grover Pango Vildoso.
Atributos y tribulaciones
Foto: Medios

Los aprendizajes que se obtienen en los diálogos con los estudiantes suelen ser sumamente estimulantes. La “generación de conocimientos” brota quizás con mayor viveza entre quienes tienen diversas trayectorias y ocupaciones, precisamente por la multiplicidad de enfoques.

Ello ha ocurrido en las varias ciudades que hemos venido recorriendo en las últimas semanas, interactuando con personas de muy variadas edades, habilidades y expectativas, que convergen en la voluntad de prepararse para colaborar en la gestión del desarrollo de sus respectivos espacios de influencia.

Se les hizo la propuesta de una metodología lúdica mediante la cual cada uno de ellos estaba en la capacidad de “obsequiarle” dones o atributos a un alcalde / alcaldesa recientemente elegido y que, por añadidura, era un amigo muy querido. En lugar de “regalarle” objetos, la idea era regalarle virtudes, capacidades, actitudes, habilidades o valores con los cuales pudiera cumplir mejor la tarea que por elecciones había recibido.

De modo natural y coincidente fueron surgiendo los “ofrecimientos”. La HONESTIDAD llegaba con la mayor frecuencia, sin duda buscando neutralizar a la corrupción, la más grande amenaza de nuestra democracia. Aparecía también la TRANSPARENCIA como un refuerzo y una garantía de la requerida virtud anterior. Entre las más citadas estaba además la IDONEIDAD a fin de cancelar el aventurerismo y la improvisación. No menos frecuente era la EFICIENCIA para revertir la percepción extendida de gestiones improductivas.

Como atributos más personales también se les ofrecía la HUMILDAD, ya sea que la soberbia del poder amenace con cegarlos. También se les obsequiaba ASERTIVIDAD para que pudieran ejercer un liderazgo claro, convincente y positivo. La capacidad CONVOCATORIA era un presente destinado a que la autoridad sepa escoger a sus colaboradores, en especial convocando a los mejores.

Cuando apareció como un obsequio la CONFIANZA, en un primer momento todos la consideramos como un atributo pertinente. Parecía indiscutible que era un buen regalo porque la confianza es un valor que, junto con la comunicación y la coordinación  -por ejemplo- integra una fórmula poderosa para la conformación de equipos. Sin embargo, alguien preguntó para qué servía o cómo se debía entender la confianza al servicio de una autoridad como el alcalde. El diálogo se hizo intenso y hasta polémico al discernir de qué se trataba. Se subrayaba que era muy bueno “tener confianza en el alcalde” como resultado de su atinada gestión; en tal sentido el alcalde sería un “generador de confianza” y esa capacidad podía ser un buen regalo para él.

Pero también cabía la interpretación de regalarle al alcalde la “tendencia a confiar”, ese atributo que se desfigura cuando la persona “es confiada” y, seguramente más por candidez que por perversidad, desbarraba en la negligencia y aún en el delito. Esa confianza no era buena para un alcalde. Antes bien, la reflexión se fue orientando hacia la necesidad de una “cierta desconfianza”, de una “pequeña dosis de malicia” que le eviten tribulaciones y lo salven de las asechanzas de los embusteros que nunca faltan.

Claro, el afán de proteger al imaginario amigo alcalde no podía llevarnos al extremo de obsequiarle “desconfianza” porque se lo entiende como un antivalor. Entonces hubo que buscar otro atributo, tal vez poco promocionado: CAUTELA. Con ella se puede avanzar midiendo bien riesgos, trampas y tentaciones. Buen regalo.  

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