El presidente de Venezuela amenazó a los ricos con una guerra civil, permítame la gente sensata de este país, (que la hay y mucha gracias a Dios) decirles que eso no es posible. No lo es por dos razones, la primera es que para que exista una guerra se necesitan dos bandos armados y solo hay uno. La segunda es que no hay dos ideologías o modelos, porque en Venezuela no existe, ni ha existido nunca la derecha, ni mucho menos el liberalismo. En Venezuela la extrema izquierda siempre acusó a la extrema estupidez de ser la derecha y así la idiotez se ha pagado y dado el vuelto toda la vida. Tampoco existe una izquierda real, sino pequeños grupos de personas que confunden la burocracia gubernamental con la política. Para ellos ser de la izquierda significa adversar cualquier medida económica de ahorro, ajuste y producción. Así que en Venezuela importará poco si usted se presenta como candidato con la reforma de Nikita Jrushchov de 1964, la de Deng Xiaoping del 78, el Do Moi vietnamita del 86 o la de Raúl Castro en 2010 porque de inmediato los bruticos tercermundistas le gritarán que aquello es "un paquete neoliberal salvaje". De esta forma vivimos siempre como el viejo chiste soviético durante el estancamiento: "Továrshchi, továrischi! cerremos las cortinas, prendamos el gramófono, relajémonos y finjamos que el tren está avanzando".
Pero no nos confundamos, con esa amenaza. Aquí lo que sí puede haber es una masacre, porque hay un grupo armado y muy irresponsable que se ha instaurado en Venezuela como clase social burguesa y está dispuesta a matar para conservar lo que han logrado obtener hasta ahora y perpetuarse. En consecuencia, quien nos amenaza es esa clase que recuerda sin equívocos a un grupo minoritario de la guerra civil española, en la que un bando homicida dentro de la propia "República" fue capaz de matar más gente que las propias batallas. Debemos entender ese ultimátum y trabajarlo nacional e internacionalmente muy bien, porque Venezuela vive en el siglo XXI amenazada por la peor de las facciones de la 2da. República española.
Por eso Venezuela presenta un panorama para nada desconocido. Como escribiría en su momento Manuel Azaña, el presidente de esa Segunda República, apenas unos meses más tarde de comenzada la guerra civil: "Hay para escribir un libro con el espectáculo que ofrece Cataluña, en plena disolución. No queda nada; gobierno, partidos, autoridades... Es asombroso que Barcelona se despierte cada mañana para ir cada cual a sus ocupaciones, la inercia. Nadie está obligado a nada. Histeria revolucionaria, que pasa de las palabras a los hechos para asesinar y robar, ineptitud de los gobernantes, inmoralidad, cobardía, engreimiento de advenedizos, palabrería de fracasados, explotación de la guerra (revolución) para enriquecerse".
"Los comités de socorro a las víctimas venden los alimentos" gritaba indignado otro político. "Hay quien funda una brigada como un negocio. Reúne 200 hombres la llama brigada X y saca el dinero y las raciones de una brigada de verdad" exclamó el propio ministro de Defensa quien continuaba explicando: "El trabajo en las fábricas no rinde y se roban los jornales". En Madrid la situación no podía ser peor: "Era el placer del derroche, un signo de nueva vida. No se daban cuenta de que estaban preparando el hambre del mañana. No había previsión. Cada cual hacía lo que le daba la gana". "Quemar gasolina gratis y agotar los almacenes fue la diversión mayor. Hay que haberlo visto -escribió el presidente-". "Toda la parte ganadera de la provincia de Madrid fue arrasada. Se mató a todos los animales de producción" en apenas tres meses. "Y luego con el bloqueo llegó el hambre", "hemos destruido a la clase media, único sostén de la república".
Ninguno de estos comentarios fue hecho por historiadores, ni por derechistas. Sino por los líderes revolucionarios y republicanos que vivieron esos momentos en carne propia. Habían transcurrido apenas 10 meses de guerra y en un consejo de ministros se llegó a la conclusión clara y objetiva de que: "La guerra civil se acabará cuando se acabe el oro". Y así sucedió, como también sucederá aquí con esta revolución de pacotilla basada en el despilfarro frenético del oro negro.
Menuda irresponsabilidad pues, esa de amenazar a los venezolanos con una guerra civil, sin entender históricamente que los ricos han evadido la guerra siempre y los muertos siempre son los más humildes. Es momento de recordar a Azaña: "el peor enemigo de la república es la estupidez" y "La estupidez, insiste siempre" como bien dijo Albert Camus. (El Universal)