El miércoles 19 de septiembre me ha tocado el triste y solidario rol de celebrar la misa ante el féretro del minero asalariado de la mina Colquiri Héctor Choque, después de su muerte por los criminales dinamitazos lanzados por mineros de la Cooperativa 16 de Febrero del mismo Colquiri.Esos dinamitazos causaron además un gran boquete en el techo y provocó otros siete heridos entre aquellos que estaban observando la marcha de los cooperativistas mineros por El Prado desde lo alto de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia.
Durante la misa se me revolvían las entrañas y el corazón en medio de recuerdos ineludibles, que las nuevas generaciones quizás ni conocen.Ése es el lugar preciso donde estaba la COB antes de que fuera dinamitada sin dejar piedra sobre piedra por el criminal y mafioso régimen narco-militar de García Meza Tejada y Arce Gómez, hoy detenidos en Chonchocoro.
Es allí mismo donde culminó, el 1 de mayo de 1978, aquella primera y masiva marcha de la Central Obrera Boliviana, reestructurada, incluso antes de la caída de Banzer, gracias a la huelga de hambre iniciada a fines de 1977 por cuatro mujeres mineras con sus 14 hijos, pronto apoyadas por 1.200 huelguistas por todo el país, entre ellos Luis Espinal con la Asamblea de Derechos Humanos.
Allí mismo, aquel 1 de mayo y desde el balcón de la COB, Alfonso Gumucio tomó su tan difundida foto de Lucho Espinal en medio de la multitud.
Es allí mismo donde dos años después, frente al golpe de García Meza del 17 de julio de 1980, se reunió de emergencia el Consejo Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), y fue allí donde llegaron, camuflados en ambulancias, los matones del golpista y, en las gradas del edificio, acribillaron a Marcelo Quiroga Santa Cruz y a otros dos compañeros. Lucho Espinal ya no estaba. Lo habían torturado y asesinado en marzo de aquel año los mismos esbirros de los futuros golpistas.
Es allí mismo donde, poco después, el mismo García Meza dinamitó la COB y, para borrar su memoria, se levantaron diversos edificios y negocios. Sólo se salvó, medio oculta en la parte de atrás, la actual Federación Nacional de Mineros.
Y me ha desgarrado las tripas el hecho de que los siguientes dinamitazos mortíferos en ese mismo lugar han sido de unos mineros cooperativistas contra otros asalariados, ambos de Colquiri, por el control de una veta de mineral.
¿Estamos en la construcción del nuevo Estado Plurinacional del Vivir Bien o en el Far West de la “fiebre del oro” en la época del capitalismo salvaje?
En la misa, rodeado por el dolor y rabia de los familiares, los mineros y los demás participantes hemos vuelto a revivir el sacrificio de Cristo, asesinado por los poderosos de su tiempo, en solidaridad con Héctor y tantos otros que mueren víctimas del odio y el lucro egoísta.
He leído dos textos de Espinal, de los que aquí copio algunos párrafos:
“Réquiem por un minero. Gregorio Roque Choque, minero de Huanuni, ha muerto en accidente de trabajo. De él no sabemos nada. Simplemente que ha trabajado en la mina y ha muerto en el trabajo. Precisamente por eso es el representante auténtico del pueblo anónimo, que vive y muere, aportando más de lo que recibe. Su muerte no ha sido noticia: no ha aparecido en la primera página de los periódicos‘
No le van a dedicar una calle‘ La patria le ha dado poco: solamente le ha pedido. Y Gregorio Roque Choque le ha dado todo: su trabajo, su pobreza, y finalmente su vida‘”.
“No queremos mártires (borrador inconcluso, hallado después de su asesinato). El país no necesita mártires, sino constructores, así se queden vacías las horas cívicas‘
Cuando el pueblo cae en el combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en estatua. Por ello, necesitamos videntes, políticos, técnicos, obreros de la revolución; pero no mártires‘
La revolución es algo demasiado serio para tomárselo a la ligera‘ Es violenta: es una operación quirúrgica social: por eso no hay que entusiasmarse con el bisturí‘ Y si un día les toca dar la vida, lo harán con la sencillez de quien cumple una tarea más, y sin gestos melodrámáticos”.
Tanto Gregorio como Héctor apellidaban Choque. Gregorio era además de Huanuni, donde en 2006 ocurrió un primer conflicto violento entre cooperativistas y asalariados, por la veta Posoconi, con 16 muertos. Evo lo llamó después su problema más grave de la primera presidencia, que se resolvió –por cierto– asimilándolos a todos en la mina nacionalizada.
* Antropólogo, lingüista y Jesuita.
Nota publicada en bolpress