Ricardo Sánchez-Serra, autor de estas líneas
El mundo islámico se ha movilizado contra el filme “La inocencia de los musulmanes”, con manifestaciones desproporcionadas desatando una ola de violencia, atentando contra la vida y destruyendo la propiedad privada de gente inocente.
Las protestas que si bien son justificadas, han llegado a la irracionalidad de asesinar al embajador norteamericano y otros tres funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en Libia, bajo la excusa de la ofensa del citado filme. Muchos fundamentalistas siembran el odio que EE.UU. es enemigo del Islam para cometer toda clase de crímenes y pillajes. Y no solo EE.UU. sino también Europa, Occidente en general. Tampoco hay que ocultar que el colonialismo dejó heridas abiertas. Los ataques del 11 de setiembre de 2001 en EEUU, el 11M en Madrid, los niños-bomba, los secuestros y otros atentados suicidas de los fundamentalistas, hacen que se considere hostil al Islam.
En Estados Unidos viven, unos aseguran que ¼ de la población es árabe o de origen árabe y unos ocho millones de religión musulmana, no hay cifras precisas. Un censo de hace 12 años hablaba de 1,2 millones de árabes. En todo caso, viven en un país en donde pueden ejercer su profesión o su religión libremente, sin que nadie se los impida. Y, en ese sentido, es igual para todas las confesiones.
Estados Unidos es o fue un país de inmigrantes, como lo fue España, Argentina o Perú en un corto tiempo, entre otras naciones. No siempre los inmigrantes son bien vistos, pero aunque vayan con sus costumbres, estas no pueden ser impuestas al resto de la sociedad. Francia prohibió el uso del burka y el nikab (velo islámico), al igual que Italia, Bélgica o Luxemburgo, entre otros. Algunas organizaciones acusan a estos países como violadores de los derechos de los inmigrantes, al igual que la abominable y abusiva Ley de Arizona.
Y para echar más leña al fuego una revista satírica alemana difundirá en su portada una caricatura de Mahoma, lo que provocará más odio, disturbios y muerte. El periodista Juan Manuel de Prada señala que “del mismo modo que la libertad de prensa no puede amparar la descalificación gratuita y calumniosa de personas e instituciones, tampoco creo que deba proteger a quien agrede las creencias religiosas de una parte de la sociedad, pues dichas creencias forman parte del meollo mismo de la dignidad humana”.
Hay que respetar los credos y lo sagrado de todas las religiones. Muchas veces caricaturizan a Jesús, realizan filmes blasfemos y los católicos o protestantes ni se inmutan con una indiferencia vergonzosa, o sus protestas son lánguidas. Tampoco llegar a actos de violencia, pero siempre hacer sentir una voz de protesta. En el año 2008 fue ejemplar la actitud del entonces alcalde limeño de San Isidro, Antonio Meier, de cerrar una galería de arte que presentaba obras irrespetuosas de los santos y del Señor de los Milagros en ropa interior.
En España se expuso un Corazón de Jesús con un misil; en un desfile en Brasil los gays se burlaron de los santos católicos. Como indicó el obispo de Jerez, Juan Del Río “el derecho de libertad de expresión no puede implicar el derecho de ofender los sentimientos religiosos de los creyentes”.
El respeto, en general, es el soporte de la convivencia civilizada.
(*) Periodista. Miembro de la Prensa Extranjera. Analista internacional
Publicado en el diario La Primera, de Lima-Perú, el 30 de setiembre de 2012