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REDES SOCIALES
Jueves 04 de octubre 2012

El ADN del periodista y el periodismo

Por: Lic. César Sánchez Olivencia
El ADN del periodista y el periodismo
Foto: primicias24.com

“El periodismo es el mejor oficio del mundo".

(Gabriel García Márquez)

Ahora que ya han pasado tres días para calmar los excesos del protocolo en la celebración   del Día del Periodista, se puede  abordar  con calma el significado de ser  periodista y ejercer el periodismo. Es oportuno iniciar el tema con una frase del célebre periodista polaco Kapuscinsky Ryszard: “Para ejercer el periodismo ante todo hay que ser buenos seres humanos. Las malas  personas no pueden ser buenos periodistas”. Una prueba de lo que se dice es el periodismo que se practica en un sector de la prensa peruana.

Se entiende que una buena persona  puede intentar comprender a los seres humanos, conocer sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias.  Esta cualidad se denomina empatía, que permite comprender el carácter del interlocutor, aprehender y compartir con sinceridad sus problemas. En este sentido, el único modo correcto de hacer periodismo es compartir los problemas de la gente  e intentar resolverlos, o al menos describirlos. Nunca se debe agudizar los problemas. “Los cínicos no sirven para este oficio” (Título de un libro de Ryszard).

El colega denuncia que la evolución histórica demuestra que  el periodismo se ha empobrecido en su ejercicio profesional de la búsqueda de la verdad. Un sector del periodismo ha  pasado a convertirse en instrumento de poder político, y se ha entregado al servicio de los negocios. Dice que ahora al frente de los medios no suele haber periodistas, sino hombres de negocios, y la información se ha separado de la cultura. Tomemos estos conceptos como una clase maestra de periodismo, que revela la formación ético-moral del hombre de prensa.

El periodista dominicano Juan Bolívar Díaz, sostiene que “Ser periodista, hoy como ayer, significa fajarse para ganarse una parte del espacio que los poderosos administran, para ofrendarlo en el altar de la búsqueda de la verdad, deshaciendo entuertos, rechazando exclusiones y tratando de recoger todas las voces del concierto social. (…) siempre ha sido una tarea titánica que implica un desafío dialéctico entre el individuo y el director; entre el profesional y el empresario; y al mismo tiempo trazar los hilos de la convivencia y el entendimiento entre los respectivos intereses”.

El periodista autentico  tiene una vocación que obliga a una conducta noble y ética, y está siempre dispuesto  a poner en riesgo su propia seguridad laboral y personal  en defensa de la verdad. Evita  herir la dignidad o la  moral de las personas en su intento de buscar  el impacto, o el sensacionalismo, que no son imprescindibles para el periodismo. No debe vender su profesión  al mejor postor. Es ilustrativa la frase de Luis Miró Quesada de la Guerra: “El periodismo puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios”.

Un  tema que ha cobrado vigencia, a raíz del asesinato de Ruth Sayas  a manos de su pareja, luego de presentarse en el reality show, El valor de la verdad. Este hecho ha generado una polémica acerca de la supuesta responsabilidad  de algunos programas de TV  por revelar la vida íntima de una persona, sin considerar el efecto social que produce en la familia y amistades. Aquí viene la pregunta: ¿Puede un programa de televisión generar indirectamente un homicidio? La respuesta pone frente a frente la valoración ético-moral y la responsabilidad penal o civil.

¿ Puede  cometer un  “televicidio” el conductor de un reality  ? No, hablando en términos jurídicos. Excepto que haya cometido apología del delito (Art. 316° del Código penal). En cambio, de acuerdo  al  procedimiento  de su emisión, un programa puede generar moralmente condiciones para que -con la concurrencia de otros factores ajenos a la voluntad del conductor- se pueda cometer un ilícito. Esto no se puede negar. Pero, en general, ningún conductor de programa  presenta la figura de autoría mediata ni mucho menos es coautor de un delito. No puede ser el imputado de un crimen cometido materialmente por otra persona; pero sí podría haber  valoraciones  ético-morales que corresponden al fuero interno de la persona.

Durante la emisión de un programa de este tipo, el participante es sometido a una serie de preguntas sobre su vida personal, cuya veracidad al momento  de las respuestas se confirma con el polígrafo,  un aparato que mide el ritmo cardíaco del participante. El ganador   es el que logra contestar con veracidad todas las preguntas que le formula el conductor. En el caso peruano, el poligrafista español José Antonio Fernández De Landa, quien verificó la aplicación de la franquicia “El valor de la verdad”, afirmó que se debió realizar un perfil psicológico de Ruth Sayas, que es una condición necesaria para la emisión correcta de este tipo de programas.

La responsabilidad es la obligación de responder por nuestra conducta. La responsabilidad social comprende el deber de personas, grupos e instituciones con relación a la sociedad. La responsabilidad es lo que nos hace sujetos y objetos de la ética, del derecho, de las ideologías y de la fe. Las responsabilidades legal, institucional, moral y social permiten cumplir con el compromiso mutuo entre la persona y la sociedad. La responsabilidad  social es parte de las obligaciones éticas, que se vinculan con el derecho, las instituciones y la religión.

En este nivel del deber ser, la responsabilidad ético-moral es más importante que la responsabilidad penal o civil. La responsabilidad ético-moral se relaciona con las acciones y su valor moral (lo bueno y lo malo), y es de carácter interno (refleja la esencia misma del ser: su “ADN”) las responsabilidad penal es la consecuencia jurídica de la violación de la ley por una persona, y, frente a la anterior, depende de que esa violación sea descubierta y probada. La responsabilidad penal se diferencia también de la civil en que el fin de ésta última es reparar un daño mientras que la responsabilidad penal busca sancionar.

Actos ético-morales  son aquellos en los que podemos atribuir a la persona una responsabilidad por lo que se propuso realizar y por los  efectos de su acción. (Aquí viene la frase “palabra de honor”). La responsabilidad ético-moral se halla estrechamente ligada, al de la necesidad y libertad humanas. Solo si la persona tiene cierta libertad de opción y decisión es responsable de sus actos. No solo basta la transgresión de una norma moral, sino que se debe examinar las condiciones concretas en que aquél se produce. Se trata de  las condiciones necesarias y suficientes para indilgar a un sujeto una valoración moral por determinado acto que lesiona a las personas. Se trata de distinguir los factores condicionantes de los factores determinantes.

Una persona con formación ético- moral  debe  cuidar que sus actos individuales o sociales no repercutan negativamente sobre la persona humana o sobre la humanidad en conjunto. La irresponsabilidad es la acción o la intención de obrar conscientemente contra la razón. Cualquier periodista en pleno uso de sus facultades mentales puede prevenir los efectos de un acto inmoral, que exceda los límites de lo razonable. De lo contrario, se trataría de un psicópata. La “no-conciencia” de que la acción o la intención de actuar pueden causar daños  a terceros, exime de causalidad al infractor de la norma ético-moral.

Por su parte, el Fiscal de la Nación, José Peláez Bardales, indicó que a su parecer no habría relación de causalidad entre el programa El valor de la verdad y el asesinato de la joven Ruth  Sayas. “No tengo idea en qué medida podrían ser los medios de comunicación partícipes de este hecho. Sería materia de investigación, las pesquisas determinarán algún grado de responsabilidad, pero me parece que sería una responsabilidad que no tendría una relación de causalidad”, expresó  a canal N. Sin duda el titular del Ministerio Público dejaría entrever solo algún tipo de valoración ético-moral.

Sin embargo, la casuística revela muchos hechos de probable relación causa-efecto de los realities. En Estados Unidos en 1995 y luego de una emisión del show de Jenny Jones, el televidente Jonathan Schmitz  asesinó al homosexual Scott Amedire, porque le manifestó su amor en televisión. En 2007 el programa Nada más que la verdad, de la cadena Caracol de Colombia, fue cancelado, a raíz de un intento de asesinato, cuando un padre reveló corrupción, adicciones y homosexualidad  ante sus hijos. Experiencias válidas cuando se trata de la valoración ético-moral del ejercicio del periodismo.

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