Se puede perdonar a este gobierno su inexperiencia, su juventud política, hasta su falta de claro norte. Aun cuando todo ello significa retraso, desorden, hegemonía de la derecha sobre el Estado que deforma las propuestas originales de los Humala-Heredia, si uno quiere aún creer en que sus intenciones son buenas y que corregirán en cuanto se necesite, puede perdonárseles.
Se puede perdonar a Nadine Heredia cargar un niño que no era pionerito, si uno elige creer que no sabía su origen y que tuvo la mejor de las intenciones. Se le puede perdonar llamar “mi ministra” a una alta funcionaria de gobierno, si queremos creer que lo hizo por familiaridad. Se le puede perdonar el –cada vez más– excesivo papel protagónico ante el público, siempre que sus aportes sean positivos y no usurpe funciones o no mangonee la imagen del presidente, en público, a nivel nacional e internacional. Lo que no se le va a perdonar al binomio Heredia-Humala, bajo ninguna circunstancia, es canjear el indulto a Fujimori por la “Ley Nadine 2016”.
Si acaso algo se puede agradecer al fujimorismo, es que nos graduó de ser ingenuos en política, pasivos en ciudadanía, cojudos o indiferentes a los germinales esbozos de atropello jurídico o moral. El juicio a Fujimori es más que el juicio al líder de un partido político que tiene todo el derecho a querer seguir vigente, el juicio a Fujimori es la prueba de que la justicia sí es capaz de castigar los delitos hasta de los más poderosos.
El juicio a Fujimori es prueba y símbolo de una esperanza: de que el sistema no está todo corrompido, de que los ciudadanos valemos y contamos, cada uno de los muertos, cada uno de los afectados, cada uno de los saqueados, cada una de las víctimas del atropello del poder, hemos sido, de alguna forma, reivindicados con ese juicio, con esa sentencia. El juicio y la condena a Fujimori son una lección de vida: hasta los más poderosos caen, eventualmente caen, y no hay psicosocial, ni hegemonía de derecha, ni dinero, ni conexiones internacionales, ni mentiras que los salven. Esa condena es una garantía de la salud de la democracia.
Si esa condena se quiebra ilegalmente otorgando el indulto sin que esté Fujimori en estado terminal, entonces los enfermos seremos todos en la sociedad, porque se habrá traicionado el principio de justicia, se habrá traicionado la esperanza en el sistema, se ratificaría nuevamente –como en el decenio fujimorista– que la política en nuestro país es sólo un medio de algunos hambrientos de poder y privilegios para procurárselos. No habrá justificación atendible si Heredia-Humala acometen ese atropello legal y moral contra la patria. Se les puede perdonar muchas cosas, pero herir nuevamente la moral de una nación, que tanto costó recuperar, eso no se les perdonará jamás.
Y sepan que Fujimori fue el más poderoso entre poderosos, y sepan que se ganó a pulso su encierro, precisamente por creerse invulnerable a la justicia y a la historia mientras estuvo encumbrado en el poder, como lo están ahora Heredia-Humala. Y sepan que no hay odio de por medio, que los peruanos de bien quisiéramos perdonar (ya su hospedaje en Dinoes es un signo de benevolencia), si tan solo el primer victimario de la nación sintiera y mostrara real arrepentimiento.
Pero contrario a ello, desconoce sus culpas, su responsabilidad y su condena. Pero así no se puede perdonar, porque el temor de una nación es que el poder sirva de inmunidad para el delito, de escudo contra la justicia, de aliciente para que nos vuelvan a violar, a mentir, a robar y a matar, y luego puedan transitar libremente –gracias al poder– como si nada de eso –los crímenes, las víctimas, los delitos– valieran más que su individualidad. La medicina tendrá que dar su veredicto. Pero con una evaluación desde cero (y no con exámenes de la Historia Clínica a los que nadie más que ellos han tenido acceso y que han estado guardados bajo 7 llaves) y por médicos probadamente independientes y libres de toda sospecha.
Con el fujimorismo nunca se puede ser demasiado desconfiado, esa es otra cosa que ellos mismos nos han enseñado (Con información del diario La República).