[Capriles y Chávez] Un milagro para Venezuela

Este domingo, 7 de octubre, 19 millones de electores tendrán la oportunidad histórica de remover del poder, a través del voto, a Hugo Chávez, poniendo así fin a un régimen autocrático que en catorce años ha hecho de Venezuela un país política y económicamente reprimido. Venezuela hoy dista mucho de lo que fue en algún momento. En 1995 Venezuela se desenvolvía entre las 50 economías más abiertas del mundo. Actualmente la Venezuela chavista es la sexta economía más controlada del mundo: el Índice de Libertad Económica de 2012, publicado por The Heritage Foundation, registra a Venezuela en la 174ª posición entre 179 países, formando así parte de la categoría de economías reprimidas –calidad que comparte con sus países amigos, como Argentina (158), Ecuador (156), Irán (171), Cuba (177), Libia (176) y Corea del Norte (179).

Chávez ha hecho del Estado venezolano un aparato paquidérmico, intolerante, opresor e intervencionista. Ello puede verse, tanto en la pobreza de sus instituciones, resultado de un Estado de derecho en jaque, como en el menor dinamismo de la actividad económica privada, consecuencia de políticas equivocadas en materia fiscal, monetaria, financiera y comercial.

En cuanto al Estado de derecho, por ejemplo, no existe un Poder Judicial independiente y el sistema legal no es equitativo, toda vez que discrimina a la inversión privada según origen y desprotege a todo contrato políticamente incorrecto. Asimismo, la propiedad privada corre el riesgo de ser expropiada arbitrariamente y sin compensación. No existe una real libertad de expresión y la corrupción, rica en compadrazgo y nepotismo, está institucionalizada.

Por otro lado, hacer empresa es cada vez más costoso. Una excesiva regulación de inconsistente aplicación, junto con la falta de transparencia, por ejemplo, en la toma de decisiones y en las adjudicaciones públicas, más el control de precios y un régimen laboral rígido, sólo pueden asfixiar cualquier emprendimiento. A ello podemos añadir un proteccionismo al mejor estilo de los años sesenta. El arancel promedio es del 11% y existe un sinfín de barreras no arancelarias en detrimento del libre flujo de bienes y servicios. Y para hacer leña del árbol caído, el sector financiero venezolano está controlado por el Estado, que asigna créditos según conveniencia política.

Pero todo esto, así como la inseguridad ciudadana, las periódicas deficiencias energéticas y alimentarias, las altas tasas inflacionarias, el escaso crecimiento económico y una mayor inequidad en la distribución del ingreso, propios de una retórica socialista cansona y antagónica con las economías más prósperas de la región y del orbe, podrían ver su fin en estas elecciones si Dios le otorgase un milagro a Venezuela (Con información del diario Expreso).