Es el turno de Venezuela

La campaña que adelantaron los parciales de cada candidato a la Presidencia de la República debe quedar en el recuerdo, debe servir para los historiadores, para los anecdotarios. Las grandes concentraciones, las frases célebres y también las infelices solo servirán para un análisis posterior. A estas alturas cada quien sacó sus cuentas, cada quien tomó una decisión.

Cuando la adrenalina está al máximo, puede resultar temerario plantearse espacios para la reflexión, el análisis, el contraste, la evaluación. Sin embargo, es lo más prudente, es lo aconsejable, es lo que el país amerita, pues de la definición colectiva dependerá el futuro del país en las próximas décadas.

Le toca a Venezuela andar por la senda que la mayoría disponga en el ejercicio democrático que se llevará a cabo mañana. El sufragio, como expresión inequívoca de la valoración colectiva de millones de decisiones individuales se convertirá una vez más en la batuta que dirija el destino de una democracia que, aún con sus imperfecciones, se somete al veredicto de sus hacedores.

La severidad de los exámenes previos debe dar paso a la compleja estructura de la complementariedad, ese fenómeno que luce lejano e imposible, que requiere de convicciones y que exige de mucho más que una buena voz, de mucho más que un discurso de inclusión o de justificación.

Lo que ocurrirá mañana en Venezuela es la confluencia de expectativas respecto al desarrollo y el progreso. Independientemente de las motivaciones, de las concepciones ideológicas, de las causas; todos los que vayamos a votar mañana aspiramos a una única consecuencia: El desarrollo del país.

Ahora le toca a Venezuela.