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REDES SOCIALES
Lunes 08 de octubre 2012

Sin educación no hay proyecto de país

Por: Isaías Elías Blanco.
Sin educación no hay proyecto de país
Foto: Referencial

Las familias venezolanas, instituciones públicas, actores políticos y asociaciones comunitarias deben afianzar mecanismos que pulan la formación de los jóvenes antes de la preadolescencia para que sigan una profesión, hagan carrera deportiva, aprendan un oficio y no se sientan atraídos por el dinero fácil y vida delictiva.

La Venezuela que conocieron los jóvenes que están próximos a cumplir 30 años no es la misma que heredaron los adolescentes y niños del país; primero porque las Tecnologías de la Información los digitalizaron e hicieron "más listos", luego cabe acotar que encontraron una nación polarizada/dividida por las preferencias políticas, en tercer puesto asumieron la apología al delito e impunidad como asuntos normales con los que han aprendido a convivir sin problemas, y por último no cuentan con suficientes espacios para esparcir su creatividad e incentivar talentos por las restricciones de horarios o problemas con la inseguridad.

Buena cantidad de psicólogos, psiquiatras y sociólogos advirtieron en los medios de comunicación durante la última década los peligros de acostumbrarse a un ecosistema caótico. Asimismo resaltaron que debe existir una reacción oportuna frente a los problemas para no resignarse o perder esperanzas de mejoría. Unos dicen que fue obra de Dios y otros hablan del ciclo social, pero el punto es que la resistencia a la desolación llegó en el 2012, ese año del Dragón al que todavía le quedan muchos cambios por completar en Venezuela.

Después de 25 años, los venezolanos adquirieron una madurez social que les permitió asimilar "el sacudón", los golpes de Estado, el colapso de las instituciones públicas, la revolución bolivariana y la explosión de la inseguridad como sabias lecciones para analizar el entorno, auditar entes públicos o privados, y cultivar valores educativos en las familias.

Pero el nuevo antagonista del desarrollo cultural de Venezuela se trata de un ente silencioso que ha ganado mucho terreno en la juventud y se esparce con mucha rapidez. La vida fácil, "los betas" y "los guisos" son peligrosos argumentos formados en las calles que atraen a los más niños porque les muestran la fórmula para tener lo que quieran sin esfuerzo. En las zonas populares se está reemplazando el sueño de convertirse en Grande Liga por "seré el pran más duro jamás conocido". Por otro lado, los jóvenes de clase media ven como pérdida de tiempo la formación profesional porque pueden hacer más dinero en negocios ilegales o revendiendo armas. Y en las familias acomodadas el consumo de droga es un dolor de cabeza que se está saliendo de control.

Venezuela es un país bendecido por Dios, al que le sigue entrando una asombrosa cantidad de ingresos suficientes como para invertir en programas públicos y educativos que fomenten el desarrollo social de los jóvenes para alejarlos del camino incorrecto. El problema no se trata de las intenciones políticas detrás de la acción, por el contrario, se debe hablar de un plan estratégico potenciado por los ciudadanos capaz de ejercer presión sobre los organismos del Estado para multiplicar ligas atléticas, profesionalizar disciplinas deportivas, quintuplicar las universidades, abrir más escuelas técnicas, dotar la enseñanza básica y secundaria, invertir en nuevas tecnologías educativas, subir sueldo a educadores, aumentar programas comunitarios y fomentar la creatividad en los jóvenes.

La última palabra no la tiene el Gobierno, la conserva el padre de familia cada vez que da el ejemplo, transmite valores y educa a cada hijo como próximo protagonista de la generación de un país que se propuso destacar a nivel mundial.

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