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Domingo 14 de octubre 2012

Un Nobel extraviado

Por: Atilio Borón (*)
Un Nobel extraviado
Foto: Difusión


Tony Blair (premier británico), George W. Bush y José María Aznar en la Cumbre de las Azores, para manifestar el apoyo de sus respectivos países (y de Europa toda) a la inminente invasión de Irak. El anfitrión de esa cumbre fue el primer ministro portugués, José Manuel Barroso


Si algo faltaba para terminar de desprestigiar al Premio Nobel de la Paz, otorgado por el Parlamento Noruego, fue la decisión de premiar a la Unión Europea. Esta distinción fue instituida en el testamento del magnate sueco Alfred Nobel para premiar “a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”. Ya en el pasado hubo premiaciones que provocaron escándalo: un criminal de guerra como Henry Kissinger lo obtuvo en 1973, opacando el lauro que obtuvieran Martin Luther King, Desmond Tutu, Nelson Mandela, Rigoberta Menchú y nuestro Adolfo Pérez Esquivel en 1980. Antes, en 1936, otro argentino, Carlos Saavedra Lamas, había sido distinguido por su papel mediador en la fratricida guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay. Ya con la entrega del Nobel de la Paz a Barack Obama (2009) se podía percibir que el Parlamento Noruego estaba más preocupado por amigar a su país con los Estados Unidos que por premiar a quien realmente estuviera luchando por la paz.

Ahora hizo lo mismo con la Unión Europea, a la cual en dos sucesivos referendos la población noruega rechazó ingresar. ¿Cómo premiar a una organización que, en estos momentos, ha declarado la guerra a sus pueblos imponiendo una brutal política de ajuste que sacrifica a sus poblaciones para salvar a los banqueros? ¿Cómo olvidar que la Unión Europea ha convalidado y apoyado el criminal bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, sancionando en 1996 una “Posición Común” concebida para aislar y poner de rodillas a la Revolución Cubana? ¿Y qué decir del acompañamiento que la UE viene haciendo de las aventuras militares del imperialismo norteamericano en Irak, Afganistán, Libia y, ahora, Siria; o su escandaloso silencio ante el genocidio de Rwanda; o su complicidad con el colonialismo del Estado de Israel y su criminal política hacia la nación palestina; o su indiferencia ante la suerte de los saharauíes; o su abúlica respuesta ante la destrucción y la muerte sembrada por Estados Unidos en la guerra de los Balcanes?

Como bien lo recuerda Pérez Esquivel, este premio parece destinado a encubrir y/o justificar las operaciones militares que la Unión Europea, a través de la OTAN, lleva a cabo en los más apartados rincones del planeta. Los parlamentarios noruegos necesitan, con suma urgencia, que alguien les enseñe la diferencia entre la guerra y la paz. Y que se aprendan de memoria el testamento de Nobel, porque ¿desde cuándo la UE ha trabajado para abolir o reducir los ejércitos existentes o promover procesos de paz, atada como está al aparato bélico norteamericano?

(*) Sociólogo. Director del PLED.

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