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Domingo 14 de octubre 2012

La semana en que mataron a El Lazca

Por: Juan Manuel Asai.
La semana en que mataron a El Lazca
Foto: Sonora Ahora.

Concluye la semana en la que el gobierno  mexicano eliminó a El Lazca o Zeta 3,  jefe máximo de Los Zetas, el grupo criminal más sanguinario del continente, el principal enemigo del Estado mexicano, al que ha suplantado en los territorios que domina. En lugar de estar celebrando, lanzando fuegos artificiales,  brindando con tequila, el gobierno está en un rincón tratando de explicar lo inexplicable.  Esta semana quedó claro que gobernar es comunicar  y un gobierno que comunica mal no puede esperar que los ciudadanos le crean o lo apoyen. En política lo que parece, es. En este lance parece que hay gato encerrado. Tal vez no lo haya, pero la gente ya juzgó. 

El país semeja por momentos una nave a la deriva. Nadie tiene control de la situación. Los acontecimientos suceden unos a otros de manera fortuita. Hagamos un recuento apresurado: un comando especial de policías del estado de Coahuila se enfrentó con un grupo de delincuentes, varios cayeron. Uno de ellos era sobrino de un capo importante en la región. A manera de venganza,  apegándose a una versión local de la Ley del Talión de sobrino por sobrino, el capo ordena la muerte de un sobrino del gobernador,  hijo del ex gobernador y ex dirigente nacional del PRI. Para conseguir su venganza, el capo recurre a sus empleados de confianza: los policías municipales que están al servicio de la delincuencia. El funeral saca a relucir que hay una fractura seria en la familia gobernante del estado. Los deudos intercambian acusaciones. Entre tanto, el gobierno anunció la captura de un delincuente llamado La Ardilla,  vinculado con las matanzas de migrantes.

Ante el impacto de la nota el gobierno federal pone manos a la obra y manda refuerzos de todo tipo. A las pocas horas, la Marina recibe una “denuncia ciudadana”,  que tal vez hizo La Ardilla,  que informa que en un campo de beisbol de la liga local hay un grupo de hombres armados viendo el partido, como si nada. Los marinos se acercan al lugar, los delincuentes suben a una camioneta para tratar  de  huir y cien metros más adelante comienza un enfrentamiento. Se dice que los marinos son recibidos con granadazos.  En la camioneta  iban tres personas, dos de ellas mueren y un tercero logró escapar. Los marinos se sacuden los uniformes y pasan los muertos a las autoridades locales, que proceden a hacer lo que hacen siempre: darle vuelta a la página lo más rápido posible.

No se sabe que uno de esos muertos, que recibió media docena de  tiros y que tiene las orejas operadas, es nada menos que Heriberto Lazcano, el desertor del  Ejército que se convirtió en capo. A las pocas horas, gracias a una comparación de huellas dactilares, se releva la identidad del cuerpo. La Marina señala que existen “fuertes indicios” de que el muerto es el jefe Zeta. El cadáver, que había sido llevado a un velatorio de un pueblo que no tiene otro tipo de servicio forense,  fue recuperado por un comando armado que se llevó el cuerpo con todo y carroza fúnebre. A pesar de que perdió el cuerpo del delito, la autoridad asegura que se trata de El Lazca, aunque comienza una feria de cifras sobre su altura, que pasa de 1.60 m a una 1.80 m en pocas horas. El resultado es que no pudo haber celebración.  Tal vez sí El Lazca ya está en el infierno, o tal vez no. Tal vez las cosas ocurrieron como dijo la Marina, o  tal vez no. No hay manera de saberlo (Con información del diario La Crónica).

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