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Martes 16 de octubre 2012

México ante la crisis

Por: Francisco Rojas
México ante la crisis
Foto: elsemanario.com.mx

Las tribulaciones económicas de los europeos no parecen tener salidas a corto plazo, al grado de que el Fondo Monetario Internacional estima que la normalización aún podría tardar más de un lustro; Japón no ha superado su recesión, China e India crecen menos y Estados Unidos se apresta para “el ajuste fiscal” recesionista.

Lo más inquietante es la perplejidad de especialistas y gobiernos, así como las exigencias de Alemania y los organismos financieros regionales e internacionales, para que se reincida en políticas como las impuestas a América Latina en los años 80 del siglo pasado, que recuperaron la estabilidad pero frenaron el crecimiento y anularon los precarios mecanismos del Estado de bienestar.

No hay consenso sobre el origen de la crisis. Algunos la atribuyen a falta de regulaciones a la banca y la debilidad de los gobiernos para aplicar las que existen. Otros a la burbuja inmobiliaria que estalló en EU y España. Lo cierto es que a partir de la quiebra de Lehman Brothers en 2008 se evidenciaron los excesos de los gobiernos y los abusos de los bancos.

Los ajustes que sobrevinieron han abatido la inversión pública en infraestructura, educación y seguridad social y reducido las compras de los gobiernos, al tiempo que se secan los créditos bancarios, todo lo cual genera despidos masivos, debilita la demanda y retroalimenta el círculo vicioso.

En Europa se recurre a lo que podríamos llamar “teoría Rubin” (Robert Rubin, secretario del Tesoro del presidente Clinton), aplicada a la economía mexicana en 1995: “te presto para que le hagas frente a tus compromisos de deuda y salves a tus bancos, porque ambos le deben a mis bancos y no puedo permitir que éstos quiebren”. Los préstamos a México fueron respaldados con la pignoración de la factura petrolera y condicionados a la apertura de diversas áreas a la inversión privada y la privatización de empresas públicas.

Las soluciones que se intentan sin éxito en el Viejo Continente no son diferentes: Italia y España buscan que el Banco Central Europeo adquiera bonos gubernamentales para que aquellos países compren deuda de los bancos y apoyen proyectos de infraestructura que den oxígeno a sus economías y mitiguen el desempleo.

En este entorno tan adverso, México necesita crecer, y para ello debe crear condiciones que propicien la inversión: la privada con reinversiones y créditos y la pública con ingresos fiscales adicionales. La reforma hacendaria es indispensable aun en caso de que se abran algunas áreas de Pemex a los particulares, pues hacen falta redes de protección social, cuya construcción requerirá entre cuatro y cinco puntos adicionales del PIB.

Nuestra dependencia del mercado estadounidense no significa que debamos cerrar esa puerta, pero hay que abrir nuevos mercados en América Latina y países emergentes y fundar la estrategia de crecimiento en la ampliación del mercado interno con mayores ingresos de las familias.

Por ello se requiere aumentar la productividad, reducir los costos de los energéticos y las telecomunicaciones y mover el centro gravitacional del desarrollo: desde el sector externo, que se está contrayendo, hacia el interno. Esto entraña orientar el crédito a la producción y apoyar a las pymes para que sustituyan gradualmente, y con calidad y precios competitivos, importaciones de insumos de las grandes empresas, lo que creará empleos estables y dignos en la economía formal y permitirá mejorar los salarios, prestaciones y condiciones generales de trabajo.

Ese es el reto a que nos enfrentamos; no se trata de la responsabilidad de un solo hombre o partido; además, los frutos no se tendrán a corto sino quizás a mediano plazo. Por eso tenemos que hacerlo todos juntos.

Nota publicada en  eluniversalmas.com.mx

TAGS: crisis, Mexico
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