Los hijos

En las últimas semanas he recibido de distintos remitentes unas palabras atribuidas al premio Nobel, José Saramago, pero sin proporcionarme la cita bibliográfica. Palabras sensibles y profundas acerca de lo que son y significan los hijos (la palabra se refiere también a las hijas). La reiteración de este mensaje recibido me invita ahora a compartirlo. Dicen que dijo Saramago:

“Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje. Sí. ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo… EL MÁS PRECIADO Y MARAVILLOSO PRÉSTAMO ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios Bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos”.

Los hijos que no son de nuestra propiedad, sino nuestra responsabilidad. Que no nos deben nada por haberlos traído al mundo. Que nacieron porque nosotros los necesitábamos, muchas veces sin saber para qué, porque los deseábamos muchas veces sin saber por qué.

Hermosos renglones. Los hijos, una oportunidad para aprender a amar al prójimo. Los hijos, una oportunidad para ser mejores y poder dar lo mejor de nosotros mismos a la siguiente generación. Los hijos, una oportunidad para adquirir habilidades que fortalecen el espíritu: tolerancia a la incertidumbre, a la frustración, al caos; paciencia, empatía, humildad…

Los hijos que no son de nuestra propiedad, sino nuestra responsabilidad. Que no nos deben nada por haberlos traído al mundo. Que nacieron porque nosotros los necesitábamos, muchas veces sin saber para qué, porque los deseábamos muchas veces sin saber por qué.

Cuando desde el enojo los padres/madres reclaman a su hijo cosas del tipo: “¡Yo te di la vida, y así me pagas!”, provocan que el hijo se sienta pequeño y atemorizado, porque para él significa que si los padres dieron la vida, también pueden quitarla.

Por eso estas son palabras dolorosas y drásticas para los niños porque siendo pequeños aún no alcanzan a detectar que sus padres están mintiendo. Mienten porque la vida no la dan ellos. La vida ya estaba, ya existía. Ellos sólo la transmiten, la continúan. La vida está en la vida. En la naturaleza, también llamada Dios.

Viene al caso parafrasear al poeta libanés, Gibran Khalil Gibran: los hijos no son de los padres, son hijos de las ansias que sienta la vida por sí misma, llegan a través de los padres pero no son de ellos, no les pertenecen.

Alguien debería informarle pronto esto a los niños y a las niñas para prevenirles del chantaje, para que no queden atrapados en argumentos adultistas que siembran culpa, inseguridad, dependencia, baja autoestima, miedo, imposibilidad de asumir retos… y con el paso del tiempo, rencor, odio, tristeza, confusión… y en consecuencia, imposibilidad de crecer y madurar.

Decírselos ahora para que el día de mañana no tengan que convertirse en padres que buscarán vengarse con sus propios hijos ante la imposibilidad de ver que estos no son objetos de su propiedad sino una oportunidad para ser mejores personas, una invitación para responderle a la vida, una escuela del amor y la convivencia humana.

Si con su llegada no aprendemos a amar al prójimo, no logramos ser mejores, no aprendemos a tener coraje y utilizarlo constructivamente, si no los dejamos ir cuando deben irse, y si tampoco nos sentimos bendecidos, es decir colmados de un bien humano como lo es el parental, ¿cómo nos atrevemos a decirnos padres, madres?

Nota publicada en correo-gto.com.mx