El negocio del despecho electoral

El Estrangulador de Urapal ha decidido hacerse rico a costa del dolor ajeno. No, no ha incursionado en el negocio de las clínicas privadas ni mucho menos en el funerario. Ha puesto en marcha una Unidad de Atención Integral al Despechado Electoral.

La Unidad tiene, entre otros maravillosos servicios, un centro de aliento matemático para casos de emergencia. La persona que trata de capear una crisis de melancolía, llama al 0-500-Consuelo y allí unos operadores muy avezados en malabarismos aritméticos (casi todos miembros de la Alianza de Articulistas Antichavistas, la venerable Triple A) le muestran al consternado usuario maneras muy algebraicas de no ver el vaso medio vacío, sino medio lleno. ¡Llame ya!, dice la promoción publicitaria.

También dispone de un expendio de bebidas alcohólicas, con cantineros (o bartender, como le dice la gente nice) y anfitrionas (otrora llamadas mesoneras) especializados en escuchar cuitas no de amor, sino de corte político. "Como todos los despechados, los electorales son fastidiosos, se la pasan en una lloradera pavosísima, pero la gran ventaja es que son personas de alto poder adquisitivo -dice el Estrangulador. Acá nos reservamos el derecho de admisión: no aceptamos despechados electorales que, encima, sean pobres".

Psicólogos y psiquiatras son otra de las ramas solicitadas del novísimo negocio. Los clientes pueden optar entre terapeutas de línea dura, de los que te hacen moquear parejo, obligándote a aceptar la cruda realidad (¡Nos dieron otra revolcada, chico, no seas necio!), hasta los que te atapuzan de Prozac para que tripees de mentira.

Por supuesto que la Unidad de Atención Integral al Despechado Electoral tiene agencia de viajes y oficina de asesoría para irse demasiado. Allí se les da respuesta tanto a los entristecidos que desean tomarse una vacación para hacerse latonería y pintura espiritual (sea en Margarita o en las islas Seychelles, según el target), como a los que decidieron que "ahora sí es verdad, me voy de esta republiqueta y cálense ustedes a su loco y sus 8 millones de focas".

El Estrangulador también creó un gimnasio de catarsis. Allí los clientes, dotados de la indumentarias y los pertrechos apropiados, pueden desquitarse sanamente con los encuestadores, dueños de medios, periodistas, intelectuales y analistas que los engañaron cruelmente durante medio año, haciéndoles creer que Henrique era un fenómeno electoral con perfil de estadista, y que el otro era "el Presidente saliente". Usted coloca la cara del engañador o la engañadora de su preferencia en un saco o pera de boxeo y se faja a darle piña. "La gente sale serenita y, además, baja de peso", comenta el innovador empresario.