En otros países los zampones son los tragones. En el Perú son lo que se introducen a reuniones, cocteles, recepciones o fiestas, sin ser invitados.
Cuando trabajaba en la Embajada de Argentina en Lima, era testigo de cómo esos zampones hacían lo posible o imposible para ser invitados a las recepciones.
Son el terror de las secretarias, pues les interrumpen su trabajo con llamadas continuas o sus visitas sorpresivas con chocolatitos o flores. Insisten hasta el cansancio, que algunas secretarias o los mismos embajadores ceden y los invitan.
La gran mayoría de ellos son “don nadie” y unos pocos “fueron”. Se presentan con carnés en el que figuran como directores de una revista que salió una vez hace muchos años, directores de una empresa o asociaciones que ya no existen, o que fueron muchos años atrás cónsules o como que están 20 o 30 años en el mundo diplomático. Algunos de ellos se presentan pulcramente vestidos, otros dan pena y van hasta sin bañarse.
Si no consiguen la invitación, igual tratan de introducirse o zamparse. Incluso se colocan al acecho, cerca de la puerta de la embajada, para agarrar del brazo a alguien conocido y así lograr entrar.
Una vez adentro se abalanzan contra los mozos y hasta se ha dado casos que arranchan la comida, como si fueran hambrientos y también toman licores como grandes “libadores”. Hay otros zampones más refinados, que hasta le dan propina al mozo para que los atienda asiduamente. Conocen nuevos embajadores, reparten tarjetas y nuevamente empieza el circuito.
(*) Periodista.Miembro de la Prensa Extranjera
Publicado en el diario La Razón, de Lima-Perú, el 24 de octubre de 2012