Los embajadores prosenderistas [Movadef]

Las relaciones internacionales del prosenderismo están en una aplicada y astuta campaña. Sorprenden a incautos y reclaman por sus ‘prisioneros políticos’ y sus ‘derechos fundamentales’. Buscan reciclarse vendiendo la angelical pero taimada idea de querer formar parte de la democracia, esta vez sí, dicen, sin pólvora y sin fusil.

En Chile, donde hicieron hasta un plantón por sus ‘detenidos políticos’; en México, donde embanderaron la embajada peruana a vista y paciencia de los funcionarios; y en Argentina, donde hasta lograron abrazarse con el Nobel de la Paz y las Madres de la Plaza de Mayo, el neosenderismo busca encajar su nueva máscara apuntando a impulsarse con el mismo viento que cruza por la región a favor de los ‘diálogos’ con el terrorismo ‘guerrillero’. Con esos vientos las FARC han iniciado ‘negociaciones’ con micrófonos en mano desde Noruega, en paralelo con el uso de la pólvora desde las provincias colombianas. Fina cortesía de un candoroso progresismo que se codea, sin paltas, con el poderoso castro-chavismo entusiasta auspiciador del proceso. Increíble.

La encarcelada número dos senderista logró hace poco dar declaraciones al diario inglés The Economist. La ‘prisionera política’ y ‘comunista dogmática’ como se autocalifica, sólo acepta la derrota militar de su grupo terrorista y da a entender que aquello que sembraron en las mentes del resentimiento todavía perdura. Vemos pues toda una estratagema de infiltraciones ideológicas que pugnan por reinstalarse y que las autoridades están en la obligación de contrarrestar con rotunda claridad.

Como se ha dicho, a tener cautela con los que generan la corriente de que ‘hay que jalarlos a la democracia para que no vuelvan a atentar contra nosotros’. Con el terrorismo agazapado no se puede ceder ni un milímetro. Ello ocurrió desde antes –un ‘senderólogo’ pidió soltar a Guzmán, en su primera detención, ya que se atentaba contra sus derechos humanos– y durante los ochentas terminamos salvajemente ensangrentados y liquidados económicamente por años. Cautela con los que dicen poder controlarlos sólo con esa parafernalia de ‘matices’ y exquisiteces ideopolíticas apartadas de la realidad.

Lo que hay que propugnar más bien es que el modelo que con sensatez se adoptó se perfeccione y se afiance –y un aparato público que funcione–. Un penosamente petardeado modelo de crecimiento que nos permitió, como nunca, reducir ese caldo de cultivo del viejo senderismo manipulador: la pobreza.

No podemos darles campo en la política. Al terrorismo agazapado hay que paralizarlo con las armas legales que con firmeza se debe proveer, así como, y quizá lo más importante, con la fuerza de una opinión pública advertida, sin medias tintas ni ambigüedades. Cada peruano tiene un rol que cumplir. No volvamos a caer en las tibiezas perniciosas del pasado (Con información del diario Expreso).