POLITICAMENTE INCORRECTO
El feroz ataque a nuestros policías en La Parada y los saqueos posteriores nos han conmovido y nos obliga a reflexionar sobre qué ha sucedido en el Perú para que hayamos llegado a tal grado de desprecio por la autoridad.
Lo primero que debemos entender es que lo ocurrido en La Parada es la saga un una larga lista de episodios similares que se vienen produciendo en el país desde el año 2001, cuando el estado hizo suyo el discurso izquierdista que deslegitima el ejercicio de la autoridad y de la fuerza pública para mantener el orden.
Todas las democracias del mundo tienen el monopolio de la fuerza porque es la única manera de evitar que las sociedades se hundan en la anarquía y el caos, por eso nuestra Constitución consagra esa prerrogativa estatal y la existencia de la fuerza pública con ese fin.
Sin embargo, la izquierda impuso su discurso que sostiene que las fuerzas del orden son un “aparato abusivo”, el policía un agresor compulsivo, y el estado su “manto de impunidad”. Durante décadas este discurso martilló las mentes de los peruanos hasta penetrar al estado, el cual llegó así al extremo de renunciar al uso de la fuerza pública y de desarmar material y legalmente a policías y militares.
La izquierda deslegitimó primero el ejercicio de la autoridad acuñando el término “autoritario” para satanizar a todo aquel que defendiese el principio de autoridad. La prensa cayó en este juego y con ese apoyo se criminalizó luego – desde el estado – el uso de la fuerza pública. Por eso hoy tenemos una policía castrada material y legalmente.
El policía Percy Huamancaja – herido por los revoltosos de La Parada tras caerse del caballo – ha declarado que pensó usar su arma para defenderse, pero se abstuvo por temor a ser acusado de “violador de derechos humanos” y castigado por el propio estado. Así estamos.
La izquierda tiene que responder por esto, como también tiene que responder por los muertos y los heridos en el bloqueo fracasado de La Parada del jueves 25. El ministro del Interior, Oscar Pedraza, debe renunciar y el Congreso tiene que indagar a fondo, pues todo indica que hubo presión política para que ejecutara el bloqueo el 25, con el fin de tapar la noticia de la aprobación de la consulta de revocatoria.
Los protagonistas de ese episodio no han sido los delincuentes, como dice la izquierda, sino los estibadores, carretilleros, minoristas, y los pequeños proveedores de estos.
Los delincuentes se aprovecharon para saquear, pero esto nada tiene que ver con el conflicto. La izquierda vulgariza esta realidad para justificarse por haber recurrido la fuerza pública negando así su discurso que criminaliza el ejercicio de la autoridad.
El Paradazo ha desnudado la soberbia y la incapacidad política de la izquierda. Si ésta no entiende que ya es hora de madurar, de integrarse a la democracia sin torcerla, y de gobernar Lima con gerentes en vez de políticos de segunda, irá directo hacia una revocatoria en las urnas.