Junto con todo el fuego artificial alrededor del indulto a Alberto Fujimori, el Movadef fue el otro protagonista noticioso de la semana con la pregunta incómoda aún dando vueltas de qué hacer con el neosenderismo instalado aquí y ahora.
El asunto cobró importancia tras la revelación, diez meses después, del documento a favor de Abimael Guzmán que Nicolás Lynch recibió en Buenos Aires –lo cual le costó el puesto de embajador–, e incrementó su intensidad por la reflexión del ex premier Salomón Lerner Ghitis sobre la posibilidad de que Movadef participe en la vida política formal.
En medio de la preocupación que, sin duda, produce el neosenderismo en crecimiento, el ex premier dijo que, si Movadef “se compromete a respetar el estado de derecho, ¿por qué no darle la oportunidad?”.
“El Movadef podría tener participación en la vida política nacional siempre que se comprometa a respetar el estado de derecho y a renunciar a cualquier intento de lucha armada y al pensamiento Gonzalo que tanto daño trajo al país”, dijo Lerner.
Por un lado, el planteamiento es inoportuno pues le da armas (políticas) a un fujimorismo empeñado en desvirtuar la realidad para demostrar que los gobiernos democráticos que le siguieron ayudaron al terrorismo, ‘olvidando’ que el Movadef surge de la negociación entre el gobierno fujimontesinista y la cúpula senderista de Guzmán en 1993.
Al respecto, el fujimorismo y el Movadef se parecen hoy en que el punto medular de sus agendas políticas es conseguir la salida de prisión de sus respectivos líderes fundacionales, Fujimori y Guzmán.
Una prueba de ambas agrupaciones sobre su convicción democrática es que tendrían que olvidarse de sus fundadores para mirar distinto el futuro. Pero eso no va a ocurrir.
El problema de fondo del planteamiento de Lerner es que el Movadef democrático que reconocería el estado de derecho no existe pues este no se ha apartado de los planteamientos del ‘pensamiento Gonzalo’ ni tiene una real posición autocrítica del terrorismo desarrollado por Sendero Luminoso, que fue la razón por la cual el JNE rechazó su inscripción como partido político y le impidió su incursión en la vida política formal.
Pero, como todos saben, la brecha peruana de la formalidad y la informalidad es amplia, como la del Perú ‘profundo’ y el Perú ‘real’, pues Movadef está, aquí y ahora, con capacidad de movilizar a jóvenes desilusionados de la política formal.
Así, la reflexión de Lerner sobre Movadef podrá ser inoportuna pero es útil pues induce a pensar en esa pregunta incómoda aún sin solución de cómo evitar que una mañana de estas nos enteremos de que los jóvenes que está captando se fueron para el monte para retomar la lucha armada (Con información del diario La República).