Otra reelección

Hay tres aspectos que merecen destacarse del triunfo de Obama. Primero, otra, enésima confirmación, de que los presidentes en ejercicio son reelectos aunque sus gobiernos no sean buenos, luego, el apoyo popular a la reforma del sistema de salud y por último, la continuidad de una política hacia Latinoamérica que en realidad no existe, pero peor hubiera sido Romney.

Obama no ha hecho un buen gobierno, al menos no a la altura de las expectativas que se había creado. Ciertamente heredó una crisis financiera tan grande que se ha dado en llamarla así, a secas, la crisis financiera. También el manejo de esa crisis fue, de acuerdo con las mejores opiniones económicas, bastante acertado y quizás el mejor posible dados los obvios constreñimientos políticos. Para prueba la diferencia de situación económica entre EEUU y Europa, cuya crisis no se resolvió a profundidad nunca y no ha hecho sino empeorar desde entonces.

Pero la recuperación económica norteamericana, patente en algunos sectores, no ha traído una recuperación adecuada del empleo. Se trata, de hecho, de la recuperación pos crisis más lentas en términos de restitución de los empleos perdidos desde que se llevan registros. Por lo tanto, la reelección de Obama es una confirmación de cómo los presidentes candidatos a reelección siempre ganan, inclusive en un clima de desempleo o al menos de expectativas no plenamente satisfechas.

Sin embargo, la historia va a juzgar al gobierno de Obama por la reforma del sistema de salud, uno de los eventos políticos y sociales más importantes de las ultimas décadas en EEUU. El único país rico que no basaba su servicio de salud en el sector público, sino en la medicina privada, ha tomado el camino europeo y asiático de un sistema de salud, aún incipiente, pero de alguna manera ya irreversible. El sistema de salud norteamericano es con creces el más caro del mundo (dedica el doble de porcentaje del PIB a salud) y produce los peores resultados en comparación con Europa y Japón.

Por último, la indiferencia de Washington hacia América Latina se mantendrá. Es la mejor salida posible, porque Romney, como buen republicano, prometía más intervencionismo, del mismo que aseguró la tiranía de los Castro por cincuenta años y ayudó a generar mucho malestar hacia EEUU en nuestro subcontinente.