Con 332 votos electorales para Obama y 206 para Romney la victoria fue clara para el primero. La matemática del voto electoral se impuso implacablemente a pesar de que la distancia en votos populares no resultó tan grande. Ello pone en evidencia el drama de los Republicanos.
En primer lugar su mensaje cada vez más radical amenaza con transformarlos en un partido regional y sin acceso a la Casa Blanca. Dicho mensaje puede permitirles aumentar su votación en estados de por sí suyos a expensas de bloquearles el triunfo en aquellos estados que pueden oscilar hacia uno u otro partido. En estos últimos, que son los que al inclinarse hacia uno u otro bando eligen al ganador, las elecciones se ganan en el centro del espectro político y no en sus extremos. Mientras los candidatos presidenciales Republicanos resulten rehenes del Tea Party o de posturas duras en materia inmigratoria o de aborto, sus márgenes de triunfo en cotos naturales como Arizona, Tennessee o Indiana podrá seguir aumentando. Sin embargo les resultará cada vez más difícil prevalecer en estados como Ohio o Virginia que son los que deciden la contienda. Al enfatizar la pureza ideológica, elemento cardinal para garantizarse la candidatura del partido y movilizar a sus bases duras, los Republicanos pueden crecer en voto popular pero a costa de disminuir en voto electoral.
En segundo lugar su mensaje se identifica con un sector definido de la población a expensas de antagonizar a muchos otros. El suyo es un voto mayoritariamente blanco, preferentemente masculino y mayor de 45 años. No obstante su radicalismo en materia de costumbres sociales e inmigración lo enfrenta crecientemente a mujeres, jóvenes, homosexuales, hispanos, negros y asiáticos. No en balde el 93% del voto negro, el 73% del voto asiático y el 71% del voto latino se fueron con Obama, quien obtuvo también 11 puntos porcentuales de ventaja en el voto femenino y logró que 6 de cada 10 norteamericanos menores de 30 años votaran por él. En la medida en que los Republicanos erijan barreras excluyentes ante tantos sectores de la sociedad, la suya será una causa perdedora. Cada uno de los grupos marginados de sus filas se transforma en voto cautivo de la contraparte. Es así como se construyen las coaliciones electorales y enfrentarse a la naturaleza envolvente de éstas resulta en extremo difícil como bien lo demostró el caso Romney. Éste no pudo prevalecer contra la sumatoria de quienes integraban la coalición Demócrata a pesar de contar con un tema de campaña contundente: el mal manejo económico de Obama.
En tercer lugar la agenda política Republicana va a contracorriente de los sectores poblacionales de más rápido crecimiento, básicamente las minorías hispanas, negras y asiáticas. En 2011 la tasa de nacimiento combinada de dichos grupos superó a la de raza blanca. En la actualidad la sumatoria de esas tres minorías representa el 36% de la población total y para mediados de siglo representará más del 50%. Ir en dirección contraria a los segmentos de mayor crecimiento es prescripción segura de decadencia, máxime cuando éstos se concentran en aquellos estados con mayor número de votos electorales.