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REDES SOCIALES
Lunes 19 de noviembre 2012

El subdesarrollo no existe

Por: Katherine Fernández
El subdesarrollo no existe
Foto: graziadaily.co.uk

El subdesarrollo es una definición que se construye desde la necesidad de clarificar esta otra división del planeta y ver de qué lado está cada país, distinguiendo en qué lado está el poder, es así que en toda descripción histórica, coyuntural, simbólica o representativa, la denominación de “subdesarrollado” es el apellido paternalista de la mayoría de los países del mundo cuya población sueña con cruzar la línea divisoria y parir a sus hijos en el lado desarrollado.

Estos dos polos han ido sustituyendo la obsoleta polarización del mundo entre derecha e izquierda que supuestamente intentaban referirse a ideologías políticas como liberalismo y socialismo. En su caso desarrollo y subdesarrollo serían más bien dos situaciones que ayudan a prescindir de ideologías y se refieren de manera más práctica y funcional a la relación de control y dependencia económica que envía un mensaje directo al imaginario colectivo acerca de quién es el que diseña la vida en el mundo y quién debe subordinarse a vivir bajo ese diseño.

Ahora bien, la crisis climática provocada por el ser humano inevitablemente está cambiando estas relaciones porque ya ha atravesado los límites de sostenimiento de la naturaleza (ser humano incluido aunque no lo crean), lo cual está intensificando el debate sobre el desarrollo y nos tiene a todos cuestionando qué significa, si vale la pena seguir abusando del planeta, quién tiene la solución en sus manos, qué dicen los científicos, qué dicen los políticos, qué dice la economía, etc. etc., todos envueltos en una nueva comedia coyuntural.

En ese justo el momento se empieza a exagerar en la diferencia entre desarrollo y desarrollismo, y todos los análisis coinciden en que una cosa es desarrollar y otra crecer ilimitadamente en poder y acumulación hasta llegar al suicidio económicamente inducido, una categoría que le otorga la conceptualización más completa al desarrollismo como tal, es decir, “desarrollizarse” significa aplicar las medidas propuestas por naciones unidas a través de la CEPAL, el Banco Mundial y todo su sistema, para los países “subdesarrollados”, que tienen que ver con proyectos de desarrollismo en salud, educación y adiestramiento de victimismo estructural por todos los aparatos estatales y privados pensables: medios de comunicación, aulas de educación básica y superior, cine, talleres, redes sociales, pasarelas, portadas, arte, moda, pseudoideología, etc., etc.

Sin embargo resulta que el tal desarrollo solo es posible cuando se posee los recursos naturales, materias primas, tierra cultivable, agua y selvas a libre disposición. Que recordemos fue Cristóbal Colón el que le dio la noticia al mundo sobre dónde se encuentran esos recursos y desde entonces los poseedores no hemos dejado de ser colonizables en todos los territorios: físicos, biológicos, mentales, culturales, corporales, etc. Y para completar hubo la necesidad de destinar con exclusividad el desarrollo para los desarrollados y el desarrollismo para los subdesarrollados.

En la presente coyuntura estamos siendo testigos de un avance avasallador de la propiedad privada sobre espacios prodigiosos de tierra y agua, más acelerado que hace una década, propiciado por las transnacionales que utilizan a los gobiernos latinoamericanos con sus militares y/o sus leyes y estimulan a unos pocos terratenientes de todos los países a adjudicarse la mayor cantidad de tierra, selva, glaciares y humedales posibles para asegurarse el mercado necesario donde, además, los paquetes ofertados por la economía verde pueda desenvolverse y dinamizarse con comodidad. Por eso es que vemos en el actual escenario latinoamericano un concierto cada vez más estruendoso de movilizaciones indígenas y campesinas por los mismos motivos: defender su tierra, sus fuentes de agua, sus especies, sus árboles, sus cuerpos, sus niños, su cultura, del pisoteo transnacional minero, petrolero, alimentario y energético[1].

Entonces tenemos dos actores que se resumen en el desarrollado y el subdesarrollado, donde el primero le tiene miedo al segundo porque sabe que todavía posee la tierra, el agua y la metodología para asegurar la vida en el planeta, una ciencia que las ciudades y la política no han adquirido. Por eso es que en este momento no se puede hablar de subdesarrollo, sino solo de “subdesarrollismo”, porque quitándole a estos países tercermundistas la economía artificial inventada para inhibir su incalculable potencial agrícola y su capacidad de relacionarse con la indomable selva, ellos pueden asegurar el sostenimiento de la vida en el planeta, solo falta su convencimiento total de fundamentos cortos como “o muere el capitalismo o muere la madre tierra”[2]. Ese convencimiento sencillamente nos hará destruir la idea de subdesarrollados que hemos comprado, porque solo somos cautivos de un subdesarrollismo tan incoherente y absurdo que si quisiéramos nos podría dar risa.

El proceso de cambio en Bolivia solo es un poco de humo verduzco, solo ha atacado los esquemas simbólicos y folklóricos, pero no la economía y por eso tiene como fácil contrapartida el entrometimiento del imperio con su propia economía disfrazada de autocrisis, afirmando que tiene las respuestas para solucionarla. El primer mundo está en tal crisis económica y por su lado el planeta en tal crisis climática (con el respectivo vínculo causal), que el tercer mundo tiene la misión de producir la salvación de ambos a su particular manera, pero solo en el momento en que se quite esas etiquetas históricamente asignadas, una tarea que está siendo ejecutada por las movilizaciones indígenas[3] con su peculiar didáctica de resistencia y enfrentamiento que la convierten en líder colectivo, sin líderes titulares ni personales. Este es el verdadero proceso que ya ha comenzado, ahora podemos reír cuanto queramos, porque eso es justamente la dependencia, una payasada subdesarrollista.

Notas:

[1] Que además, carga con uno que otro golpe de estado democrático para armonizar los ritmos.

[2] Fue una frase del Presidente Evo Morales, pero a estas alturas ya la olvidó.

[3] Acompañadas de otras movilizaciones ciudadanas como los Ocupy Wall Street en Estados Unidos, o los Indignados en España, que también tienen desde antes a los Ocupas, con sus propio cuestionamiento directo a sus gobiernos primermundistas.

Nota publicada en BolPress

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