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Lunes 19 de noviembre 2012

Palestina: las tretas del ocupante

Por: Alexandro Saco
Palestina: las tretas del ocupante
Foto: Difusión
Esta nueva ofensiva israelí se relaciona con la votación que el 29 de noviembre la Autoridad Nacional Palestina llevará a la Asamblea General de la ONU para el reconocimiento de Palestina como Estado; frente a ello “Israel ha hecho saber que se opondrá por todos los medios a dicho reconocimiento… tratando de derrocar a Mahmud Abbas. (Javier Solana, El País, 18 de noviembre)”. Uno de esos medios resulta siendo este nuevo ataque, que además debilita al presidente de la ANP y fortalece la respuesta armada de la resistencia palestina.

La ofensiva tiene que ver también con las elecciones convocadas en Israel para enero de 2013. Netanyahu y cualquier político sabe que nada mejor que unas bombas para alinear a los partidos frente al “enemigo común”. Todo ello en un contexto distinto al de hace cuatro años cuando se desarrolló la operación Plomo Fundido (en la que los actos de terrorismo de Israel han sido documentados y denunciados en instancias internacionales, fósforo blanco incluido). Ahora, la denominada primavera árabe permite que Hamas cuente con un apoyo político menos tímido; por otro lado lo sucedido en Siria ha obligado a que su cúpula en el exilio de Damasco ceda poder frente a los que se encuentran en Gaza.

El contexto no debe hacer perder de vista los asuntos fundamentales ni dar paso a relativizaciones. En ese sentido es prioritario establecer que la ocupación con todas las consecuencias que de ella derivan (http://www.bbc.co.uk/news/world-middle-east-19975211) y el asedio a la población palestina tanto de Gaza como de Cisjordania, son la base sobre la que se debe entender la resistencia palestina. No es una legítima defensa de Israel frente a los cohetes que se lanzan desde palestina lo que apreciamos, sino la acción sostenida durante décadas de persistir en la creación de “nuevas condiciones” que estrangulan a los palestinos y que permiten introducir en la discusión puntos de partida distintos a los originales (por ello el sistemático incumplimiento de las resoluciones de la ONU por parte de Israel).

Así, ahora se habla de que el caso de Gaza es distinto al de Cisjordania (que desde hace mucho no tienen conexión territorial); en el primero el desencadenante de la violencia en los recientes años se debería que la población eligió a Hamas para que la gobierne, lo que siguiendo ese razonamiento la convierte en cómplice de sus actos y en consecuencia debe atenerse a la respuesta militar (recordemos que Hamas nace bajo la arbitrariedad de la ocupación en los años 80). Mientras que en Cisjordania gobiernan los “moderados” de Abbas con los que sí se podría negociar la paz; si eso fuera exacto para Cisjordania el proceso habría avanzado. La comprobación es distinta, las restricciones a los palestinos persisten, el despojo de terrenos, demoliciones y construcción de asentamientos israelíes no han cesado. Es arriesgado aceptar esa diferencia entre Gaza y Cisjordania sobre la base de quienes las conducen políticamente: Palestina es una, lamentablemente seccionada y hoy convertida en una sucesión de pueblos prisioneros de controles, muros y otras medidas de “seguridad”.

Las posiciones que obvian la ocupación, justifican las restricciones y arbitrariedades sobre los palestinos, y en suma cargan la responsabilidad del conflicto a los cohetes de Hamas, copian los argumentos sionistas que finalmente pretenden anular la viabilidad de Palestina como Estado y nación. Cierto es que el terrorismo entendido como actos orientados a causar miedo en la población civil con fines políticos se da desde Israel y desde Palestina, y es la población civil de ambas naciones la que termina sufriendo las consecuencias; pero perder de vista las condiciones que las últimas décadas muestran en los mapas, en la contabilidad de las víctimas, en los miles de prisioneros sin justo juicio, en las múltiples restricciones y violaciones a los DDHH de los palestinos, evidencia un sesgo para analizar el conflicto.

A propósito de lo que sucede en las redes y su relación con el Perú, el post de Gustavo Faverón señala: “Los peruanos odian a Sendero Luminoso pero a muchos les encanta Hamas. Parece que los grupos terroristas sólo son malos cuando lo atacan a uno”; esta idea podría revertirse de la siguiente manera: “un buen grupo de peruanos odia las violaciones a los DDHH cometidas por las fuerzas del orden en la época de la violencia, pero le encantan los ataques del ejército Israelí sobre los civiles palestinos; parece que el terrorismo de Estado es malo sólo cuando afecta a los peruanos”.

El acercamiento al conflicto palestino israelí permite observar la construcción de realidades que mutan sobre la base de justificaciones asumidas como sentidos comunes: derecho a la defensa, terrorismo de un solo lado, dos palestinas una en Gaza y otra en Cisjordania, colonización en lugar del crudo despojo, controles en lugar de vejaciones. Se obvian las razones por las que la violencia persiste entre Israel y Palestina. Así, algunos pretenden normalizar, entre otras atrocidades que Gaza sea en la práctica una prisión para millón y medio de personas, que Israel mantenga alrededor de 8 mil prisioneros producto del conflicto, que Palestina sea una serie de enclaves inconexos, que su gente no goce los mínimos derechos civiles y sea vejada constantemente, que el despojo y demolición continuos sean un asunto accesorio, cuando justamente son las causas de la violencia y las consecuencias de aceptar las “nuevas realidades”.
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