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Miércoles 21 de noviembre 2012

El realismo mágico de las corridas de perros

Por: Lic. César Sánchez Olivencia
El realismo mágico de las corridas de perros
Fotos:laplegariadeunpagano.com

La Unesco, dictaminó en 1980 sobre las corridas de toros: "La tauromaquia es el terrible y banal arte de torturar y matar animales en público, según unas reglas. Traumatiza a los niños y los adultos sensibles. Agrava el estado de los neurópatas atraídos por estos espectáculos. Desnaturaliza la relación entre el hombre y el animal. En ello, constituye un desafío mayor a la moral, la educación la ciencia y la cultura. La cultura es todo aquello que contribuye a volver al ser humano más sensible, más inteligente y más civilizado. La crueldad que humilla y destruye por el dolor jamás se podrá considerar cultura".

La verdad es que muchas corridas son muy crueles: el toro es atravesado con una espada de 80 cm de longitud, que puede destrozarle el hígado u otros órganos. Depende del lugar por donde penetre en el cuerpo del animal. Cuando destroza la gran arteria, el toro arroja vómitos de sangre y agoniza. Si el matador es preciso, el toro corre y muere de una estocada, que puede penetrar los pulmones y diafragma del animal, a veces, una arteria mayor, que produce hemorragia. Es triste observar que  mueren ahogados en su propia sangre.

Pienso y piense en una corrida de nuestros fieles perros:

“El perrero-artista de la vieja lidia, haciendo gala de su escuela sevillana, machetea con la izquierda, preparando la hora de matar, se perfila con elegancia y lanza su espada al cuerpo del noble perro ‘Sevillano’ de la veterinaria  de San Salvador. La estocada fue perfecta y arrancó aplausos del público que colmaba la Plaza de Perros de Lima”.

“El animal, herido de muerte, botando sangre por la boca, solo pudo dar unos pasos y cayó muerto por el ‘arte’ del joven diestro. Perromaquia bellísima: citando de frente con las muñecas y la cintura en juego, cual antiguo Diego Puerta. Bravooo. ¡Oleeee…perrero¡ (Las corridas de perros son una muestra de la cultura nacional. ¡Que Viva la feria del Señor de los Milagros¡).”

El realismo mágico religioso de las corridas

Cercana la tradicional Feria del Señor de los Milagros en Acho -que se celebra desde 1946- es oportuno el siguiente relato: “Una  Gran Tarde Taurina a muerte se realizó el último domingo   en la plaza de toros ‘El Matadero’, ubicada ‘en un lugar  de La Mancha del cual no quiero acordarme’. Ahí se pudo admirar al  toro noble: ‘Sevillano’, que se inmoló seducido por el arte del  español ‘El Bebito’. Dice el viejo refrán taurino: ‘donde hay un buen toro, hay un buen torero’.

El éxito de la tarde se vislumbraba desde la llegada de los aficionados que poco a poco fueron colmando las instalaciones de la plaza de toros con sed de sangre y muerte, dando vivas a los toreros y mueras a los toros. La brillantez del espectáculo se pudo apreciar desde los primeros instantes. El impacto taurino de esta fiesta inolvidable se pudo lograr por la actuación de  tres actores: los toros mártires, los toreros verdugos y el público delirante.

Cuando el ganado de los hierros, de Alfonso Pizarro, Hermanos de Luque y Almagrito,  salía por la puerta de chiqueros, las miradas del público reflejaban en sus ojos que estaban asistiendo a una fiesta brava de las mejores. Ya en plena tarde, cuando iban saliendo  uno a uno los tres espadas: los novilleros como el venezolano Enrique Colombia y el peruano Ignacio Libertad y el matador español ‘El Bebito’ Zapata.

Toreros con estilos diferentes, pero con el mismo corazón taurino para cortar, sangrar, matar con arte. Aficionados impulsados por su fanatismo por un espectáculo que permite un acto de martirio del hombre contra un animal, con la misma pasión que los antiguos romanos exigían la muerte de los cristianos por acción de las fieras del circo romano.  El público gozando de la fiesta brava no puede quedarse quieto en sus asientos  y suelta las riendas de su delirio, vivando las variadas faenas de la gran tarde taurina .¡Oleeé, torero…¡

La corrida es una fiesta de hermandad y tradición que refuerza la identidad cultural de los aficionados al martirologio de los toros de casta. Hombres y mujeres, niños y mayores; todos juntos vibraban cuando el diestro Zapata cortó oreja en el primer toro de la tarde, ‘Sevillano’, de la ganadería de Alfonso Pizarro, fue la otra oreja de la  Gran Tarde Taurina tras una actuación muy valiente rubricada de una estocada profunda que casi destrozó el corazón del noble animal, para la algarabía de los aficionados.

Durante la faena de muleta fueron a más las ganas del torero por sacar pases ligados. La nobleza del astado permitió al matador recetarle buenas tandas.  Muerte lenta pero segura con una  cariñosa ovación que recibió el matador por su hazaña. El primer toro de la tarde se dejó torear por su nobleza y como escribió el cronista taurino Jorge Virrey en la revista digital “Toros del tercer mundo”, tuvo fijeza en la muleta, mientras que el difícil segundo se rajó y no permitió el lucimiento, no se dejaba torturar (quería fugar de la plaza).

El segundo de la tarde, ‘Nenito’, de la ganadería de los hermanos de Luque, estuvo a cargo del novillero venezolano Enrique Colombia. El toro no se dejó en la muleta y se iba de las manos del joven novillero, que pensaba: ‘herir, sangrar, humillar a este cojudo’, cortándole sus orejas y el rabo. La poca casta del animal no permitió el lucimiento. El toro se defendió como pudo pero cayó muerto. Brillo, orgullo, poder en la mirada del torero, que lucía apoteósico como un viejo Dios vengador. ¡Oleeé, torero. Vuelta al ruedo.

‘Bellaco’, el tercer toro que cerró plaza, ejemplar de la ganadería Almagrito, hizo la lucha al novillero peruano Ignacio Libertad, quien finalmente dominó al astado, quitándole la vida y cortándole sus dos orejas. Se observó que el público babeando y atento al instante final del sacrificio del pobre animal, contenía la respiración cuando el matador se perfiló con brillante estilo y lanzó la estocada mortal que acabó con el sufrimiento de ‘Bellaco’.  ¡Oleeé!, torero…Aplausos.

Consumatum est

El resultado;  ‘El Nenito’ vestido de verde botella y oro cortó dos orejas; Enrique Colombia ataviado de negro y oro, hizo la vuelta al ruedo e Ignacio Libertad, engalanado con un traje verde manzana y oro, cortó dos orejas. La pasión la fuerza y la entrega de toros y toreros hizo vibrar al público que expresó su aprobación al sangriento espectáculo. El matador español ‘El Bebito’ Zapata y el novillero Ignacio Libertad, salieron por la puerta grande del coso de La Mancha, llevados en hombros por los aficionados, mientras los toros ya sin alma aún resollaban sobre la arena del circo romano.

Que en paz descansen los nobles toros acuchillados por las espadas de los toreros al calor de los vítores y aplausos de los fanáticos, en esta terrible fiesta de sangre y tortura animal. Los toros se inmolaron, después de ser torturados durante varios minutos. El triste final: salieron tirados por los caballos de arrastre, casi moribundos o muertos para luego ser cortados y vendidos al camal, que los ofrecerá al público hambriento de carnes rojas con sabor a muerte Y cáncer.¡Oleeé, torero! ¡Que viva la fiesta brava¡”. Las corridas de toros son muy morales para mí’. (E. Hemingway).Que bestialidad, don Ernesto.

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