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Jueves 29 de noviembre 2012

La batea de la movilidad en Caracas

Por: Federico Ortega.
La batea de la movilidad en Caracas
Foto: Referencial

Un reciente estudio del Instituto Metropolitano de Transporte dice que el caraqueño promedio pasa 720 horas en el tráfico anualmente, es decir, un mes. Evidentemente esta situación tiene que ver con las protestas diarias, la anarquía de los conductores, el irrisorio precio de la gasolina, las malas condiciones de las vías, y el incremento del parque automotor. Sin embargo, una de las razones más importantes, aunque menos evidentes, es el fracaso del actual esquema de descentralización, agravado por un gobierno central que ni lava ni presta la batea.

La responsabilidad de la movilidad en Caracas recae en una serie de entes que, en cuotas distintas, presentan: competencias limitadas, presupuestos insuficientes, poca coordinación y falta de voluntad. Las alcaldías del área metropolitana, por ejemplo, tienen competencias sobre las calles y avenidas de su jurisdicción, pero no sobre carreteras regionales, autopistas o el metro. De igual forma, regulan líneas de transporte con rutas locales, pero no las intermunicipales, o las suburbanas. Por otro lado, el presupuesto de ninguna Alcaldía es suficiente para construir obras de magnitud como un metro-cable o un sistema de autobuses de tránsito rápido. Y, luego de 4 años en los cuales las transferencias reales a las regiones han disminuido en más de 40%, están cada vez más lejos de poder hacerlo.

Teóricamente, la Alcaldía Metropolitana estuvo diseñada para llevar a cabo precisamente obras públicas de mayor magnitud y con visión de ciudad. Sin embargo, este diseño no le otorgó el suficiente músculo financiero y poder político para llevar a cabo esa misión. Hoy, con la creación del gobierno del Distrito Capital y la recentralización de competencias, la Alcaldía Metropolitana es un cascarón financieramente incapaz de ejecutar obras siquiera medianas, teniéndose que dedicar a solo soñar, diseñar y tratar de coordinar las verdaderas soluciones estructurales. La gobernación de Miranda es un caso similar, pues el recorte de las transferencias y la recentralización de competencias la ha dejado incapaz de ser parte de la solución de largo plazo.

Lo que nos lleva finalmente al gobierno central, que ejecuta obras a través del MPP para el transporte terrestre y fondos de inversión como el Fonden. Estos entes hoy tienen la competencia y los recursos, pero les ha faltado la voluntad para invertir en Caracas. En quince años, mientras Bogotá construyó ciento quince estaciones del sistema Transmilenio, Caracas ha estrenado únicamente seis estaciones de metro, cinco de metro-cable y once de BusCaracas al mismo tiempo que la población ha crecido alrededor de 20% y el número de vehículos en más de 50%. Se han reservado la batea del dinero y el poder, pero casi no han lavado.

En quince años los caraqueños hemos votado cinco veces por alcaldes y gobernadores que tienen cada vez menos capacidad para resolver los problemas de la ciudad, mientras el gobierno central les ha ido recortando recursos y competencias. Ahora, la responsabilidad recae en ministros que están alejados del caraqueño común, y cuyo trabajo no depende de resolverle sus problemas.

La solución al problema del tráfico en Caracas pasa no solo por tener más fiscales en la calle o campañas de educación, sino también por repensar nuestro esquema de descentralización: los alcaldes que elegimos los caraqueños, que son los que están más cerca de la gente, deben tener  la competencia, la autoridad y el músculo financiero para responder a los ciudadanos.

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