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Lunes 03 de diciembre 2012

La presa del comandante

Por: Oswaldo Páez-Pumar.
La presa del comandante
Foto: Referencial

Así titula Francisco Olivares su recién publicado libro que recoge con sobriedad el calvario por el cual ha transitado desde el 10 de diciembre de 2009 la juez María Lourdes Afiuni. El título resulta apropiado porque la juez no es prisionera, sino presa, es decir, un objeto con el cual el hambriento sacia su apetito. Detrás del comandante forman fila jueces, fiscales, guardianes civiles y militares de la prisión, el INOF, y finalmente, las reclusas compañeras de infortunio de la juez, todos transmutados a la condición de hienas que quieren mostrar su fiereza al atacar, al morder, ávidos por devorar la presa no por hambre, sino para dejar testimonio de su fidelidad.

A pesar de lo escabroso de la situación, de la violencia desatada y de la bajeza de las acciones que incluyen agresiones físicas que bien pudieron provocar la muerte de la juez y ultrajes a su persona que la condujeron a un pabellón de cirugía también en riesgo cierto de muerte, el libro evita lo morboso. No hay narrativa de los hechos escabrosos sino un seco testimonio que deja en el lector la profunda convicción de estarse enfrentando con la verdad. La verdad desnuda que deja en la boca el sabor amargo de saber que los seres humanos sí son capaces de infinitas bajezas, que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente, como ya ha sido muchas veces repetido; y que por lo tanto, solo la alternabilidad en el ejercicio del poder garantiza la preservación de la libertad que es la esencia de la democracia.

Este libro no es "La fiesta del chivo" con despliegue literario que puede hacerle olvidar al lector que Rafael Leonidas Trujillo fue un personaje real capaz de calumniar, robar, violar, herir, torturar y matar pero al fin y al cabo protagonista de hechos que ocurrieron hace más de medio siglo. El libro es una mano que descorre el velo de lo que  un inmenso poder político y económico mantiene oculto, prevalido de la complicidad de esos nombres que se ponen al descubierto en sus páginas y que forman parte de un equipo cuyo número  supera en mucho al de los mencionados.

El libro es un grito, las fauces del perro que adorna la portada guarda cierta similitud con la pintura de Munch y nos pide gritar contra la aberrante realidad que quiere convertir al venezolano en esclavo. El libro también es una acusación, no al comandante y a quienes le dan a lo largo de las páginas testimonios de fidelidad. Es una acusación contra nosotros todos, no podemos decir que ignoramos que las cosas han llegado a ese nivel, porque en realidad lo han superado, como lo muestra la declaración de la fiscal general que pretende invalidar lo que allí se dice y justificar su pasividad, bajo el falaz argumento de que no se ha presentado una denuncia formal.

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