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Miércoles 05 de diciembre 2012

[México] Si hay imposición, habrá... ¿revolución?

Por: José Antonio Crespo
[México] Si hay imposición, habrá... ¿revolución?
Foto: eltiempolatino.com

Resulta fundamental saber qué grupos o corrientes planearon  y protagonizaron los actos de violencia y vandalismo del sábado. Hay varias versiones y no puede imputarse de manera infundada y precipitada la responsabilidad a nadie. El hecho suscita varias reflexiones:

 1) Se habla nuevamente de represión gubernamental y abuso de autoridad (tanto de la Policía Federal como de la capitalina). En efecto, en México no hemos acertado a encontrar el equilibrio entre los extremos; o bien se deja que los manifestantes afecten impunemente derechos e intereses de terceros, y violen alegremente la ley sin que la autoridad meta las manos, o bien las fuerzas de seguridad incurren en excesos y violación a derechos humanos de los inconformes. El equilibrio supone aplicar la fuerza pública cuando haya transgresión a la ley, pero respetando los derechos humanos de los infractores. En esto, es clave el principio de “proporcionalidad”. No es lo mismo golpear a quien está rendido  e indefenso, que defenderse de quien agrede a los agentes.

 2) La violencia afecta a indirectamente a la izquierda, pues se dio en el marco de las protestas y movilizaciones convocadas por quienes consideran que hubo una imposición de Peña Nieto. La asociación es inevitable. Pero también ensucia al gobierno, pues más le convenía que la prensa nacional e internacional destacara las propuestas de Peña, y no las imágenes de disturbios. 

 3) No puede imputarse una responsabilidad directa por la violencia a los partidos de izquierda. Los vándalos no parecen provenir del PRD (o sus aliados) ni de Morena. López Obrador ha insistido en que la violencia no puede ser recurso legítimo. Pero sí hay alguna responsabilidad indirecta, y un costo político derivado. Recordemos que  Jesús Zambrano (que condenó el vandalismo enérgicamente) y otros dirigentes de la izquierda hablaban de que si el Tribunal Electoral validaba el triunfo de Peña habría fuertes disturbios (como los del sábado, suponemos). Pueden alegar que eso no era una amenaza, sino mera advertencia sobre el comportamiento de grupos que no controlan. Pero su advertencia bien podría tomarse por grupos violentos y “revolucionarios” (que sabemos existen) como la línea a seguir, una especie de autorización o convocatoria para acciones de este tipo. 

 4)   El movimiento #Yo soy 132 se apresuró también a deslindarse. Pero ese es el problema de un  movimiento sin organicidad: no hay voceros oficiales, los líderes se desconocen mutuamente, no se sabe quiénes son miembros y quiénes no, y se acepta la alianza indiscriminada de grupos y movimientos de todo tipo. Si éstos incurren en excesos, no habrá posibilidad de deslinde total. El movimiento estudiantil se cansó de corear durante meses “Si hay imposición habrá revolución” (en el recinto legislativo también había mantas con esa proclama entre algunos legisladores de izquierda). ¿Lo de la revolución era broma, algo que no había que tomar en serio? Pues resulta que, por si no lo sabían, hay grupos que sí se lo toman literalmente. Mejor cuidar las palabras, las proclamas, definiciones y estrategias, pues si surgen grupos que las sigan puntualmente, no será tan fácil simplemente deslindarse y ya.

  5)   El arreglo de la democracia electoral concede importancia a la aceptación de un resultado desfavorable de quienes, habiendo aceptado las reglas y los árbitros, resultaron perdedores, pues justo el desconocimiento del veredicto abre la puerta a expresiones de inestabilidad y eventual violencia. El grado y efectos de esas acciones dependen de la fuerza institucional de cada país. Pero los grupos y ciudadanos inconformes con la derrota de su candidato pueden más fácilmente sucumbir a la tentación de confrontar al Estado con actos ilegales y violentos, si su candidato y líder desconoce el resultado. Cuando en las democracias maduras quienes pierden  aceptan el resultado, (incluso ante evidencias de irregularidades determinantes en el resultado o fuerte inequidad) lo hacen pensando en la estabilidad, la paz social, la reconciliación y la futura eficacia de la democracia como mecanismo para dirimir pacíficamente la pugna por el poder. Al menos eso es lo que afirman, y saben por qué lo hacen.  Y es que hay responsabilidad política no sólo en lo que se hace, sino en lo que se dice; las declaraciones de altos dirigentes y candidatos sí tienen efectos sobre sus seguidores, simpatizantes y grupos afines, incluyendo a los extremistas. Más vale no jugar al aprendiz de brujo y desatar fuerzas que luego no se pueden controlar.

Nota publicada en correo-gto.com.mx

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