Perú, Chile y Vargas Llosa

Cuando en 1870, nueve años antes de la Guerra del Pacífico, Bismarck aplasta a las fuerzas francesas al mando de Napoleón III en Sedán, las Ardenas, nadie hubiera siquiera imaginado que el revanchismo y odio francés hacia los alemanes, porque que fue una de las masacres más impresionantes de la historia de las guerras, terminaría en una amistad y colaboración europeas a prueba de balas.

Al otro lado del océano, entre Perú y Chile existe desde la conquista y lo que fue una Capitanía General y el gran Virreinato del Perú, un odio derivado de lo que los estudiosos del tema denominan el rencor peruano por un lado y la soberbia chilenas, por el otro. Los chilenos, aparentemente liberados de su sentimiento de subordinación a los peruanos en lo cultural, político y económico emergían victoriosos de una Guerra del Pacífico que, como pensaban ellos, había vengado las “ingratitudes históricas”. Su clase militar incrementó su autoestima, ganó enorme influencia en la política y procesos presupuestarios de defensa siempre basados en que ante ese rencor peruano había que tener un óptimo nivel de alistamiento.

Es en ese sentido, que un proceso como el de La Haya tiene una doble importancia,: corregir un error y ratificar una verdad jurídica y el de terminar esperemos que definitivamente, con la arrogancia del niño bonito del barrio por un lado y el lloriqueo y plan de víctima por el otro, para así enrumbarnos en una sana competencia por el bienestar de los pueblos de dos naciones.

En cuanto a Vargas Llosa, bueno, esperemos que La Haya también le ayude a superar un muy particular problema de identidad.

Nota publicada en larazon.pe