Las agresiones de los jóvenes ppkausas contra los votantes de Humala en la pasada elección presidencial fueron un baldazo de agua fría para quienes creían sinceramente que el racismo estaba en camino de superarse en el país. La carga de violencia simbólica allí expuesta era tal que invitaba a sentir que el viejo Perú oligárquico seguía allí, lozano y agazapado, esperando simplemente la ocasión para mostrarse. Se trató de un racismo básicamente reactivo, una reacción de los ppkausas ante la derrota de su líder.
Pero existe también en las redes sociales un racismo activo que se expresa al margen de la existencia de problemas coyunturales que exacerben las tensiones sociales, como una elección presidencial. Es el caso de las agresiones contra los amixer en Facebook.
Amixer es una categoría social que fácilmente se confunde con “cholos en red” y es una forma de etiquetar a un grupo social al que se agrede usando las redes sociales. Jóvenes de clase media suelen hurgar en las redes –especialmente en Hi5– buscando fotos de gente que consideran amixer, para subirlas a su web y convertirlas en objeto de escarnio. Las agresiones y burlas de carácter brutalmente racista abundan en varias de estas páginas. La discriminación se mueve a través de la construcción de gruesos estereotipos, que sustituyen los rasgos singulares de las personas por un discurso generalizador, que los descalifica y deshumaniza: “Este Grupo –afirma una página– Está en Contra de esa Gente Pirañitas, Barristas, Pueblo Jóvenes, Que Se Creen Lo Máximo” (http://on.fb.me/nGk6rS). “Pirañitas”, “barristas” y habitantes de los pueblos jóvenes terminan así equiparados. Los pobladores de los barrios populares de Lima terminan descalificados como violentistas y delincuentes.
Más allá de comprobar que en materia de racismo hay aún mucho que hacer, quiero proponer una reflexión tomando otro ángulo de la cuestión: los cambios que Internet viene produciendo en las relaciones entre el lenguaje oral y el escrito en el entorno virtual.
Los ataques racistas en las redes sociales suelen ser perpetrados por gente muy joven; básicamente adolescentes. Por supuesto, se puede explicar esto señalando que ellos tienen menos interiorizados los mandatos sociales que luego –cuando tengan más edad y experiencia– les enseñarán a ceñirse a lo “políticamente correcto” a la hora de expresarse reservando sus verdaderas opiniones para compartirlas solo con su gente más cercana, sus amigos, por ejemplo. De esa manera el racismo podrá ser negado oficialmente, manteniéndose fuera de la mirada pública, discretamente escondido en la esfera de lo privado. Pero algo está cambiando en los usos del lenguaje.
Para los “inmigrantes digitales” –aquellos del horizonte anterior al despliegue de las computadoras y las redes–, existe una neta distinción entre lo que se dice oralmente y lo que se escribe. Un dicho lo expresa muy claramente: “Las palabras se las lleva el viento, lo escrito queda”. En otras palabras, al escribir se incorporan mecanismos de autorrepresión que se relajan notablemente cuando la comunicación es oral.
Pero es otra la socialización de los “nativos digitales”; aquellos que crecen con las herramientas informáticas formando parte de su entorno “natural”. La interactividad en red tiende a borrar la distinción, que para un inmigrante digital es neta, entre lo hablado y lo escrito. El chat, por ejemplo, es comunicación escrita, realizada utilizando un teclado como interfaz para comunicarse. Pero al mismo tiempo tiene la inmediatez –posibilitada por la interactividad– de la conversación oral. En semejante entorno tiende a difuminarse la clara –para sus mayores– barrera oral / escrito y se termina poniendo por escrito cosas que antes solo se decían oralmente, como los ataques racistas; luego las redes se encargan de que opiniones antes reservadas a un entorno de los amigos inmediatos estén potencialmente disponibles para millones de lectores, con consecuencias sociales no esperadas.
El racismo existe en la sociedad real, no lo crearon los ppkausas y antiamixer. Se recrea en la sociedad virtual, pero lo hace con rasgos específicos que es importante entender (Con información del diario La República).