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Miércoles 26 de diciembre 2012

¡Tahia El Jazair! Remembranzas de una independencia

Por: Majid Ait Sahed *
¡Tahia El Jazair!  Remembranzas de una independencia
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Majid Ait Sahe, autor de estas líneas

50 años  después… Argelia deslumbrante y generosa tierra árabe, amazigh, mediterránea y africana,  la  patria   de   San Agustín, El Emir Abdelkader y Assia  Djebar, donde nací en la década de los años 50, en la época de l’Algérie française "la Argelia francesa". Se encamina a finalizar la celebración este año del cincuentenario de su independencia que se proclamó el 5 de  julio de 1962, luego de más de siete años de lucha armada que el pueblo argelino emprendió contra el colonialismo francés, y  el sacrificio de más de un millón de mártires.

Recuerdo hace 50 años, a la edad de 9 años, la llegada del tan ansiado día de la independencia en que el pueblo argelino volteó para siempre una página oscura de 132 largos años de dominio colonial, impregnado de vejámenes, exacciones, humillaciones, discriminación, marginación, sufrimiento, miseria, tortura y muerte.

Aquel día de verano de 1962, vi con ojos de niño a mis compatriotas, hombres y mujeres, niños y niñas, por fin libres, alegres y triunfantes, salir espontáneamente a las calles de la ciudad capital Argel la Blanca, a orillas del Mediterráneo, y gritar a los cuatro vientos su inmenso júbilo, agitando miles de banderas con colores verde, blanco y media luna y estrella rojas, en un día de sol y cielo azul celeste, a bordo de carros, camiones y motos, tocando bocinas y gritando a voz en cuello ¡Tahia El Jazair! “Viva Argelia” y !sab’aa snin, barakat! “siete años, suficiente”.

Cómo no recordar por supuesto una tierna anécdota referida a mi hermana que nació el mismo día de la independencia. Las enfermeras de un hospital de Argel que atendían a mi amada mami le preguntaron qué nombre daría a su bebé. Contestó con una voz conmovida ¡Huria! “Libertad”. Así mi querida hermana se convirtió en una de las primeras bebes argelinas que vinieron al mundo en el albor de la independencia.

Me trae también a la memoria el recuerdo de los días previos a la independencia. En Argel y todos los rincones del país, un millón de franceses autodenominados les Pieds-noirs “los pies negros”, desesperados, presurosos y temerosos, remataban casas, autos y otros bienes, con la única finalidad de abandonar definitivamente la tierra que les vio nacer, con infinita tristeza y resignación, en barcos y aviones, rumbo a puertos y aeropuertos franceses. Fue uno de los éxodos más grandes de la historia contemporánea. Así se desvanecieron para siempre los sueños coloniales en tierra mediterránea y norteafricana, quedando el amargo recuerdo del fracaso de una convivencia con les indigènes “los indígenas”, denominación referida a los argelinos musulmanes e impuesta por el poder colonial francés a partir del año 1881.

Quien no vio u oyó acerca de la película tantas veces premiada La Battaglia di Algeri “La Batalla de Argel” del desaparecido director de cine italiano Gillo Pontecorvo y, en la que muestra, con mucho realismo y crudeza, un fragmento genuino de la lucha armada de un pueblo contra el yugo colonial, protagonizada por un grupo de patriotas y combatientes argelinos, hombres y mujeres, que enfrentaban ferozmente a un destacamento de paracaidistas franceses por el control militar de la Casbah, la vieja ciudadela otomana con su inextricable laberinto de calles y callejones peatonales.

Aquella gesta heroica tuvo un final feliz a raíz de que el pueblo votó por mayoría abrumadora por el sí a la independencia en el histórico referéndum de autodeterminación del 1 de julio de 1962, respaldado por el apoyo fraterno y solidario de pueblos y gobiernos de cuatro continentes.

Los anales de la historia registran un hecho insólito en la mesa de negociaciones por la autodeterminación de Argelia, previas a la firma de los históricos acuerdos de Evian del 18 de marzo de 1962, que luego se convirtieron en un preludio al cese al fuego y a la independencia. Los representantes argelinos del Frente de Liberación Nacional (FLN) tenían que esquivar las “artimañas” de los delegados del gobierno francés, quienes pretendían plasmar en el documento final de los acuerdos que el territorio argelino (más de 2.300.000 km²) se dividiría en dos zonas, el norte en manos de argelinos y el sur (desierto del Sahara donde se localizan ingentes recursos energéticos como petróleo y gas) seguiría en manos de franceses; cosa que felizmente no prosperó. Y como reza bien el refrán popular: “No hay mal que dure cien  años ni cuerpo que lo resista”.

Qué ironía de la historia de cómo un incidente diplomático se convirtió en justificativo para la invasión francesa de Argelia. En Argel, el 30 de abril de 1827, el dey otomano Hussein abofeteó con un abanico al cónsul francés Pierre Deval, cuyo rey Carlos X no respondió a una carta del dignatario turco solicitándole el pago de una deuda destinada a la compra de trigo. Deval humillado y enfadado, se presentó ante el rey de Francia, a quien le contó lo sucedido en Argel. A modo de represalia por aquella afrenta y ante la negativa del dey de presentar excusas a Francia, el rey Carlos X ordenó a sus tropas desembarcar el 14 de junio de 1830 en el balneario argelino de Sidi Fredj para tomar posesión de un gran territorio casi cinco veces más grande que Francia.

Una anécdota poco conocida sobre el fundador del Estado argelino y héroe nacional, el Emir Abdelkader (1808-1883), quien luchó tenazmente contra el colonialismo francés. Fue apresado en 1848 durante seis meses en la ciudad francesa de Toulon. En la carroza que lo trasladaba rumbo a Pau y a medida que contemplaba el paisaje, pronunció estas palabras: “Veo praderas reverdecientes, esos vergeles, esos bosques, esos ríos y esos riachuelos; ¡tanta abundancia! ¿Qué necesidad tienen Uds. para invadir mi país hecho de arena y rocas?”.      

* Geógrafo egresado de la Universidad de Argel y promotor cultural.

TAGS: Argelia
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