Creo con convicción que la demanda del Perú ante La Haya, es sólida e irrebatible. Lo que más influye sobre mí, no es el tema de la equidistancia, ni la Convención del Mar. Pienso como argumento más sólido en el histórico. El Perú fue despojado por Chile en varias oportunidades. En 1836, cuando rompieron la Confederación Perú – Boliviana, que restauraba los límites del viejo Perú. En 1883, por el nefasto Tratado de Ancón, en cuya virtud perdimos para siempre el departamento de Tarapacá. En 1929, por el tratado Rada Gamio y Figueroa Larraín, por el cual, perdimos eternamente Arica, salvo con algunos derechos secundarios en el puerto. Hoy hemos demandado al Estado del Sur, para que reconozca nuestra jurisdicción y soberanía en un mar de 38,500 kilómetros cuadrados. Los alegatos nuestros han sido sólidos. Los chilenos, vacuos.
Nuestros funcionarios en todo instante hablaron de victoria, pero, hoy día, repentinamente, cerrados los debates judiciales, se han chilenizado o caído bajo la influencia de Vargas Llosa junior. Veamos las pruebas de esa demencia. El agente peruano en La Haya, Wagner, ha dicho en el sutil y esotérico lenguaje diplomático, que debe esperarse con “mucha serenidad” la sentencia de la Corte Internacional de Justicia. Incluso, en una radio local, ha reafirmado que el afer no es una causa sencilla y que la CIJ no tomaría una posición en blanco y negro. “Este es un caso complejo y el fallo será complejo”.
A su turno, el ex canciller Ferrero, uno de los letrados nuestros en La Haya, expresó que se debe esperar el fallo con absoluta cautela. Mencionó el diferendo Colombia – Nicaragua, resuelto hace unas semanas, porque se puede vislumbrar que la Corte de La Haya “aplica normas de delimitación, buscando un resultado equitativo”; empero, la posición de García Belaunde, es más consecuente, al tachar a Vargas Llosa junior de repetidor del discurso del agente chileno Alberto Van Klaveren.
Soy fidelísimo a la causa peruana. Recapitulemos los argumentos históricos: Bolivia, al independizarse del Perú, tenía como límite meridional el paralelo 27; se extendía hasta el desierto de Atacama. Chile decidió desde 1840 apoderarse de ese territorio y paulatinamente avanzó hacia el norte. Pero, como en 1878 el gobierno alto-peruano promulgó una ley creando un impuesto sobre el quintal de salitre exportado, tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta y se apoderaron del territorio situado al sur del paralelo 23. Nos vimos arrastrados a la guerra por un Tratado semi-secreto de alianza defensiva con Bolivia (1873). Por eso perdimos Tarapacá (1883) y aceptamos inexplicablemente un plebiscito sobre el destino de Tacna y Arica.
Chile sabía que iniciaría una campaña de desperuanización y de sabotaje del referéndum. Ese proceso culminó con los informes de los Generales norteamericanos Pershing y Lassiter que confirmaron su no viabilidad por el vandalismo chileno. Tuvimos en 1929 que renunciar a Arica. Nosotros tenemos la razón. Los jueces han escuchado nuestros argumentos. Estamos esperando hace ciento treinta años.
Nota publicada en larazon.pe