El 16 de diciembre del 2012 el chavismo logró una victoria en veinte estados del país.
Tres estados de oposición sobrevivieron a la maquinaria roja, engranada por todos los artefactos necesarios en el hogar, el acostumbrado remolque de votantes en el crepúsculo, y la proximidad de los candidatos chavistas al Ejecutivo. En otras palabras, los candidatos de la oposición resultarían un estorbo si eran elegidos; no les darían los recursos que el pueblo necesita. Eso decían algunas encuestas.
Sumado a la estratégica disposición de las fechas de las elecciones que calculó el Líder y su equipo de campaña, su situación de salud habrá conmovido a casi todos sus seguidores y "opositores", e influyó, palabras más o menos, a que se diera la victoria perfecta.
Ojalá esos esfuerzos tácticos que usan para lograrla, los emplearan para mantener la seguridad, mejorar la infraestructura del país y combatir la corrupción que corroe los cimientos del Estado, y no lo deja prosperar.
Eso que tanto desea hacer Henrique Capriles Radonski, que resistió en su gobernación de Miranda. Sus seis millones y medio de seguidores esperan verlo en una hipotética próxima contienda.
Por inhabilitación presidencial el lapso de las nuevas elecciones presidenciales serían 30 días. ¿Tendrá la oposición tiempo, estrategia y maquinaria para movilizar a sus votantes? ¿Estará preparada?
Cuando Capriles visitaba las más recónditas poblaciones del país, y sudoroso entraba en una choza. Su anfitriona, además de alimentarlo y consentirlo, lavaba su camisa tricolor en una de esas lavadoras que le hizo perder la contienda presidencial. Él lo sabe, la oposición también lo sabe: el votante agradece la promesa, pero siempre vota por lo tangible.
Nota publicada en eluniversal.com